Cultura

Veo unamadre

  • El Museo Picasso celebrará la próxima semana la quinta edición de su Seminario de Arte e Inclusión Social, una cuestión aún por hacer en España

Imagine el lector a este adolescente de origen rumano que reside en un centro de acogida para jóvenes infractores en Málaga. Emil (nombre ficticio) es bien conocido entre sus educadores por su querencia a cometer pequeños delitos y a presumir de ello. Aún habla español de oídas y no parece en absoluto interesado en integrarse en la ciudad en la que vive; más bien, da continuas muestras de inquietudes muy contrarias. Resulta que Emil vive en un centro gestionado por Meridianos, organización a la que la Junta de Andalucía transfiere determinados hogares tutelados como el suyo. Y, un día, sus educadores le comunican que ha sido seleccionado para participar en un proyecto de integración social en el Museo Picasso junto a catorce compañeros. Emil empieza a acudir al Palacio de Buenavista con asiduidad. Los quince jóvenes visitan las salas de exposiciones y casi todos empiezan a manifestar sus impresiones ante los cuadros de Picasso, pero Emil se queda callado. Un día entregan a cada uno una ficha del tamaño de una cuartilla en la que deben escribir lo que les sugiere una conocida maternidad del pintor malagueño conservada en la colección permanente del museo. Y Emil se limita a escribir tres palabras: "Veo una madre". Nada más. Pero resulta que este dictamen es tenido en cuenta y valorado por los educadores del museo. Emil regresa cada día a ver más cuadros y sus apreciaciones son estimadas y valoradas. Y algo parece ir cambiando. La disposición que muestra un mes después es bien distinta. Hasta que, pasados cuatro meses, Emil repite el ejercicio escrito ante otro cuadro. Pero esta vez la cuartilla se le queda pequeña. Ha escrito un comentario jugoso con un vocabulario variado, una sintaxis correcta y hasta con condicionales, un recurso que sus educadores valoran especialmente. Ahora, Emil tiene la cabeza en otra cosa. Y su habilidad lectoescritora es mucho mejor.

El caso de Emil es absolutamente real. Constituye uno de los éxitos más sonados del proyecto que Meridianos ha desarrollado durante dos años en el Museo Picasso, y una evidencia palpable de que la inserción social a través del arte no es una quimera, aunque tampoco se trata, ni mucho menos, de una cuestión sencilla. La propia pinacoteca asumió esta cuestión ya en sus inicios, a través de actividades organizadas en coordinación con la ONCE, la Federación de Personas Sordas de Málaga y otras entidades como Meridianos. Además, los próximos 3 y 4 de diciembre (en coincidencia con el Día Internacional de las Personas con Discapacidad) celebrará la quinta edición de su Seminario de Arte e Inclusión Social, en el que participarán autoridades como el investigador y activista contra la pobreza Gonzalo Fanjul; la responsable de Educación del Victoria & Albert Museum de Londres, Emmajane Avery; la directora del proyecto CALTA 21 ( programa de enseñanza del inglés para adultos inmigrantes en EEUU a través del arte), Patricia Lannes; y la comisaria pedagógica de la novena edición de la Bienal de Arte Contemporáneo Mercosul, la brasileña Mónica Hoff . Sin embargo, la inserción social a través del arte es una cuestión por hacer todavía en España. Tras la apuesta pionera del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, únicamente el Museo Picasso Málaga, el Museo Reina Sofía también de Madrid y algunos equipamientos más contados con los dedos de la mano han decidido darse por aludidos. La cuestión, más allá de los resultados aparentes, está clara: ¿Hablamos de una realidad o de una ilusión?

La responsable de Educación del Museo Picasso, Lucía Vázquez, señala que el desarrollo de un proyecto de inserción social a través del arte, en toda su extensión y con todos sus procedimientos (asunto al que estará dedicado principalmente el nuevo seminario), va mucho más allá de los programas de visitas al uso para personas con discapacidad: "Lo que define un trabajo de estas características, ante todo, es que se trata de un proyecto a largo plazo. Nada aquí es esporádico ni casual. De hecho, las iniciativas de mayor éxito en cuanto a inserción social desde el arte son las más parecidas a un proyecto de cooperación: hay que señalar objetivos, medios, mecanismos y, sobre todo, la evaluación continua de todos los procesos. No es cuestión de ir un día a un museo y marcharse, sino de establecer una continuidad". En realidad, apunta Vázquez, un proyecto de inserción social alumbrado en un museo nunca llega a terminar del todo: "El momento crucial es cuando todo ha culminado y los objetivos se dan por cumplidos. ¿Qué pasa cuando las personas que han estado viniendo a un museo ya no tienen que volver? Lo que hay que conseguir, precisamente, es que regresen, que no se desvinculen del todo. Que el arte sea para ellos una cuestión importante cada día de su vida".

La inserción social a través del arte trabaja desde criterios muy distintos de desigualdad, relacionados tanto con la economía como con la cultura, la discapacidad y la inmigración. Lucía Vázquez apunta que la región del mundo con más experiencia en este menester es América Latina, "ya que allí abundan sociedades con desigualdades económicas muy grandes, y desde el principio los museos se han sentido implicados en cuestiones de integración consideradas como una prioridad absoluta". En Europa ha sido Inglaterra la que ha mostrado tradicionalmente una mayor iniciativa, "ya que existe una noción muy arraigada del museo como institución pública. Es habitual que los centros de arte pongan en marcha fundaciones y destinen parte de sus presupuestos a tareas de integración". El Museo Picasso atiende a través de sus programas a diversos colectivos en riesgo de exclusión social, si bien dedica buena parte de sus proyectos al desarrollo de aptitudes cognitivas como la expresión oral y escrita, así como las habilidades sociales y aspectos emocionales considerados transversales, como la empatía y la autoestima. No obstante, Vázquez puntualiza que lo que se puede llegar a conseguir desde un museo "es una mejora dentro de determinadas situaciones de exclusión social, pero nunca a eliminar la exclusión ni a transformar ciertas realidades. Ahora bien, es importante preguntarse qué es exclusión social y qué no lo es. A menudo se da por sentado que detrás de ciertos episodios hay un caso de exclusión cuando no es así, y otras veces sucede lo contrario, hace falta una evaluación constante y un diagnóstico preciso para identificar la exclusión. En cualquier caso, el arte es una herramienta complementaria, útil si va debidamente compaginada con otras más eficaces. En solitario, el arte es incapaz de corregir la exclusión social". La experiencia ha demostrado a Lucía Vázquez y al resto de profesionales del departamento de Educación del Museo Picasso que una clave especialmente reveladora "es la consideración de la obra de arte como un problema a resolver. El artista lo resuelve de una determinada manera, pero no tiene por qué ser la única. Es más, posiblemente cada persona que ve su obra puede aportar una solución distinta. Cuando trabajamos con estos conceptos, ponemos las soluciones que aportan nuestros alumnos en total igualdad respecto a la del artista, y esto despierta en ellos una gran autoestima. Picasso es en este sentido un artista provechoso como pocos, precisamente porque su obra es casi siempre un misterio, especialmente si hablamos del cubismo y los juegos que llega a plantear con la perspectiva".

Vázquez admite que el escaso recorrido de la inserción social a través del arte en España constituye a menudo un obstáculo a la hora de buscar tanto entidades colaboradores como posibles vías de financiación. "El problema llega a la hora de hacer ver que esto no es un mero programa de visitas guiadas, sino un proyecto a largo plazo. Algunas organizaciones desconfían y deciden no implicarse, porque no ven la posibilidad de que haya resultados reales al alcance". Vázquez insiste, en este sentido, en que las iniciativas con conclusiones más felices "son las que llevamos a cabo como si fuesen proyectos de cooperación, como sucede con Meridianos y con Málaga Acoge, una ONG con la que es fácil trabajar porque comprende a la perfección los procedimientos que queremos desarrollar. No se trata de imponer nada, sino de ir de proponiendo soluciones, y eso requiere tiempo. A menudo basta simplemente con preguntar a las personas con las que colaboramos qué quieren de nosotros y empezar a construir desde ahí". En cuanto a las ayudas económicas, éstas son todavía escasas, especialmente desde las instituciones públicas, dado el desconocimiento general que existe sobre la materia. El Museo Picasso cuenta desde hace algunos años con la ayuda de la Obra Social La Caixa para la organización de su seminario y otras actividades, aunque Lucía Vázquez apunta que la mayor parte del presupuesto del Picasso para educación ya se destina a estos programas: "Es cuestión de sumar voluntades. El director del museo, José Lebrero, es muy sensible con este asunto y las seis personas que trabajamos en el departamento de Educación estamos totalmente implicados. No podemos hacer todo lo que desearíamos, pero después de diez años vamos recogiendo frutos".

Gonzalo Franjul afirmó al respecto a este periódico que "no ha existido un sólo proyecto de integración con éxito en Europa que no se haya hecho desde la cultura, el arte y la educación". A tantos prejuicios anclados en el falso sueño de una sociedad homogénea debe aún enfrentarse el arte.

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