Juan José Millás. Escritor

"Opté por hacer novelas porque me atraía la idea de escribir en un género muerto"

  • El autor presenta hoy en el Museo Picasso su última novela, 'Desde la sombra', una personal vuelta de tuerca al relato de fantasmas sobre los nuevos mecanismos de exclusión social.

Damián, el protagonista de Desde la sombra (Seix Barral), la nueva novela de Juan José Millás (Valencia, 1946) vive en la ilusión permanente de que su existencia ocurre en una entrevista interminable, dirigida en directo por un periodista de su invención y seguida por millones de personas en todo el mundo a través de la televisión. Un día, Damián termina donde menos se le espera: en el interior de un armario que es trasladado, con él dentro, al hogar de un familia en el que Damián pasa a ser testigo inadvertido de los acontecimientos. Algo de los relatos de fantasmas de Henry James y Charles Dickens se asoma en la novela, que Millás, Premio Planeta en 2007 por El Mundo y autor de una obra tan singular como ambiciosa en la literatura española del último medio siglo, presenta hoy a las 19:00 en el Museo Picasso, dentro de los encuentros de clubes de lectura del Centro Andaluz de las Letras.

-¿En qué medida confiere usted a Damián, el protagonista de Desde la sombra, rango de representatividad generacional?

-Es un personaje de su tiempo, de eso no hay duda. La maquinaria lo ha reducido a un fantasma, una versión expulsada de sí mismo. En realidad, se trata de un mal cada vez más común y expandido, porque esta marginalidad es creciente. Aunque la novela esté escrita en un tono de relato fantástico, en realidad habla de manera muy concreta de lo que le sucede a mucha gente. Es más, después de haberla publicado han venido algunos lectores a decirme que se sienten identificados con Damián y que les pasa lo mismo que a él, les gusta imaginarse que viven expuestos en una entrevista que todo el mundo puede ver por televisión. Vivimos en una cultura en la que, para restar la inclemencia a la que son expuestos al ser expulsados del sistema, muchos recurren a la imaginación y al ejercicio de inventarse otros mundos.

-¿No han venido las redes sociales a reforzar ese mecanismo, por cuanto ofrecen argumentos para reforzar la ilusión de que se vive en una exposición perpetua a un público interesado?

-Sí, así es. Fíjate, si un día salgo en televisión por una entrevista o lo que sea, hay gente que al día siguiente, cuando voy por la calle, me dice: "Ayer le vi en la tele". Muy rara vez comentan si les gustó o no lo que dije, sólo me cuentan que me vieron, y ya está. Es más, ni siquiera recuerdan de qué estaba hablando, por qué salí en la tele. Cuando se me acerca alguien a decirme que ha leído un artículo mío en el periódico, casi siempre me da su opinión sobre el asunto y me cuenta si le parece bien o mal. Pero en la televisión es todo muy distinto: sólo importa salir ahí, no lo que se dice. Por eso digo que la televisión ha creado en España una mala cultura democrática, porque lo ha igualado todo por abajo.

-En alguna entrevista ha comentado que Desde la sombra es su novela más política. Los personajes exiliados del mundo no son precisamente raros en su literatura, pero ¿tal vez aquí han quedado señalados los culpables con más claridad?

-De entrada, una novela no tiene por qué ser explícitamente política para ser política. Es más, las novelas explícitamente políticas, o son malas, o tienen una vida muy corta. Es cierto que pude decir eso en una entrevista, pero lo que quería decir era que, bajo la apariencia de un relato fantástico, en esta novela había por mi parte una intención política. Lo curioso es que las críticas que han aparecido desde entonces han subrayado precisamente esta interpretación y han obviado, por lo general, que también es una novela de fantasmas.

-¿Prefería sentirse cerca de los relatos de fantasmas de Henry James y Charles Dickens mientras escribía, o ha sido Kafka, de nuevo, una inspiración mayor?

-Sospecho que Kafka se está convirtiendo en una referencia casi tópica. A ver, evidentemente es un modelo enorme, y es verdad, como apuntas, que para mí ha sido una gran inspiración desde mi primera novela hasta hoy día. Pero tengo la sensación de que, cuando se habla de influencias, el nombre de Kafka tiende a salir casi siempre, más por una conveniencia social que en honor a la verdad. En cuanto a los cuentos clásicos de fantasmas de autores como los que citas, en realidad tampoco he leído muchos. No he tenido presente esa posible tradición. Es verdad que el protagonista de mi novela es un fantasma, pero un tanto sui generis, aunque sea porque se trata de un fantasma corpóreo. No sé, serán los críticos y académicos los que tengan que dilucidar esto.

-Bueno, el armario en el que se oculta el personaje, tan antiguo y tan grande, permite una cierta evocación victoriana. De todas formas, ¿el verdadero armario de la novela es el que se encuentra fuera, el que encierra a la familia que es observada?

-Sí, así es. Tenía clara la intención de que el lector llegara a preguntarse quién estaba más encerrado, si Damián dentro del armario o la familia a la que espía fuera del mismo. También está implícita la cuestión de la libertad: a medida que avanza la novela, el protagonista demuestra ser más libre que el matrimonio en cuya casa se esconde, a pesar de que ellos pueden ir a donde deseen. Me parecía interesante esa idea, la de alguien sometido a un enclaustramiento absoluto que actúa como un individuo libre en comparación con otros que van a donde quieren.

-Y hablando de fantasmas, ¿qué opina de la expulsión de la novela de la lista de formatos válidos para contar el mundo por no pocos críticos y escritores?

-Cuando empecé a escribir ya decían que la novela había muerto. Y lo decían en serio. Es más, yo opté por hacer novelas porque me atraía eso de escribir en un género muerto. Desde entonces, sigo escuchando que la novela está muerta. Pero no, no creo que sea así. La novela es un formato válido, como dices, para contar el mundo. Lo que sucede es que, desde que empecé a escribir, han ido apareciendo otros formatos con los que la novela se ha puesto de alguna forma a competir, pero eso no significa que la novela sea ahora menos capaz que antes. Hoy todo el mundo señala a las series de televisión como el medio idóneo para contar historias, el género vive un verdadero esplendor y cada vez se hacen mejores series. Pero eso no quiere decir que la novela ya no sirva. La novela no está más muerta ni más viva de lo que lo ha estado nunca.

-¿Ha cambiado mucho su relación con los lectores desde que empezó a escribir?

-Es que yo no tengo relación con mis lectores, más allá de las firmas, las presentaciones, las ferias del libro y este tipo de encuentros. Una vez que acaban, ya no pienso en los lectores. Cuando me pongo a escribir, lo último en lo que pienso es en el lector. A lo mejor de manera inconsciente esta figura está presente, pero desde luego yo no reparo en ella. Y siempre ha sido así, tanto como cuando empecé a escribir como ahora, por más que ahora tenga muchos más lectores que entonces. No sé si debería pensar en mis lectores, pero no, no lo hago casi nunca.

-¿No le preocupa que pueda dejar de haber lectores en un futuro más próximo que remoto?

-Me preocupa en la medida del riesgo que entraña la desaparición de las humanidades en la educación. Vivimos en un mundo en el que sólo existe lo cuantificable, y esto revela una abultada pérdida de gusto por la sensibilidad humanista. Esto sí que merece un planteamiento distinto, porque no podemos vivir sin humanidades.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios