Cultura

"La Alianza de las Civilizaciones no dará éxitos importantes ni inmediatos"

  • El asesor de José Luis Rodríguez Zapatero y mentor del proyecto de la Fundación Ideas emprendido por el PSOE inauguró ayer en la Facultad de Derecho el IX Congreso de la Asociación Española de Ciencia Política

El trato amable y las maneras de profesor del catedrático alemán Wolfgang Merkel, director del Centro de Estudios Políticos de Berlín, esconde una visión preclara de la democracia, sus virtudes y sus demonios. Ha sido asesor de presidentes como Tony Blair, Gerard Schroeder, Michelle Bachelet y José Luis Rodríguez Zapatero, de cuyo comité de sabios para las últimas elecciones generales formó parte. Ahora trabaja junto a Jesús Caldera en la puesta en marcha de la Fundación Ideas, el último instrumento con el que el PSOE aspira a regenerarse como entidad política.

-Tradicionalmente la democracia se traduce como participación, y de hecho existen reivindicaciones clásicas como las listas abiertas o los referenda por cuestiones territoriales en cuya resolución se ha avanzado poco. ¿Por qué a los políticos les cuesta aportar respuestas a este asunto?

-La democracia es mucho más que participación. Precisamente estoy trabajando en el diseño de un barómetro de la Universidad de Zurich para evaluar la calidad democrática en más de treinta países. Este barómetro incluye nueve parámetros de análisis y el nivel de participación es sólo uno de ellos, también se encuentran el funcionamiento de la justicia, la representación institucional y diversas cuestiones de accesibilidad sobre inspección y control de gobiernos. Es cierto que hay aspectos sobre participación mejorables, pero no es el elemento más perjudicado, al menos en Europa. Y también es verdad que España tiene problemas específicos de participación. Por ejemplo, existe un problema en cuanto al origen, muy selectivo, de quienes participan activamente en política: la mayoría provienen de clases acomodadas, las que tienen un fácil acceso a la educación y las carreras profesionales, y todavía son más hombres que mujeres. A nivel europeo existe una crisis en los sistemas de participación, porque todos los partidos, socialistas o democristianos, están perdiendo miembros. Los partidos tradicionales deben revisar sus sistemas de participación porque son obsoletos: los jóvenes prefieren colaborar con una ONG antes que con un partido.

-¿No tendrá que ver la ausencia de democracia en las estructuras internas de los partidos?

-Es necesario que los partidos asuman formas democráticas en sus estructuras internas. Pero a menudo las organizaciones políticas entrañan una oligarquía. Es necesario que los partidos sean más abiertos, que adopten conductas transparentes frente a la sociedad mediante listas abiertas. Los cargos presidenciales deberían adjudicarse a través de referenda en los que participen todos los miembros. Pero también debemos evitar una actitud naif: esto no va a cambiar tan pronto porque la sociedad se ha hecho mucho más individualizada. No tiene nada que ver con lo que ocurría en los 60: la gente no sólo deja los partidos, también toda clase de reuniones, clubes deportivos... Es lo que Robert Putnam bautizó como bowling alone. La gente ya no se reúne para conseguir nada, y los partidos tienen que plantear reformas serias para evitar que la erosión termine con ellos.

-Rodríguez Zapatero ha vuelto a advertir a los países europeos de la necesidad de aproximarse a los países islámicos. ¿Cree que se producirá tal acercamiento?

-La Alianza de las Civilizaciones es un proyecto importante y necesario, pero no debemos esperar éxitos importantes ni inmediatos porque en el espectro árabe la democracia se encuentra en clara desventaja frente a los regímenes autocráticos. No obstante, la Alianza de las Civilizaciones no debería quedarse en una mera comunicación con estos gobiernos; también debería darse con las oposiciones, porque los dictadores siempre van a hacer lo posible por permanecer en sus puestos, por mucho que dialoguen. Y luego está la cuestión del petróleo, que lo condiciona todo. Así que es cierto que los países europeos, especialmente los del Este, deberían establecer cauces de comunicación con los países islámicos, pero a distintos niveles, no sólo con los gobiernos, también con las organizaciones sociales.

-Con respecto a la Fundación Ideas, ¿cómo piensan convencer a la gente de que las ideas siguen siendo importantes?

-Creo que hacen falta ideas frescas. Pero no es una mera cuestión de ideas, hay que complementarlas con decisiones políticas. Se trata de alguna manera de volver a los orígenes, porque la política comenzó a hacerse con ideas. Queremos hacer una especie de think tank en el que participe gente joven que nos haga llegar sus inquietudes, y que de alguna forma conecte éstas con el mundo político. Lo importante será que, llegado el momento, el mundo político acepte esas ideas. Por eso la figura de Jesús Caldera resulta fundamental para levantar este puente. Soy optimista, pero no sabemos cómo reaccionarán los gobiernos. Lo ideal sería que fundaciones como ésta tomaran la distancia precisa de los partidos.

-Alguna vez se ha referido a la Iglesia Católica en España como un think tank de gran influencia. ¿Pueden las ideas mejorar las relaciones entre Iglesia y Estado?

-Las relaciones con la Iglesia Católica son muy complicadas. Es obvio que el Gobierno necesita mantener estas relaciones porque la Iglesia es una institución muy poderosa; el problema es que una parte importante de la iglesia es muy conservadora, especialmente en lo que toca a derechos sociales. Yo estoy muy a favor de una absoluta separación del Estado y la Iglesia, a imagen del modelo francés. No comparto el modelo alemán, por el que el Estado cobra impuestos para sostener a las iglesias. Creo que si el gobierno español no ha ido más lejos en materia social es porque teme la reacción de la jerarquía eclesiástica; como solución intermedia ha optado por una suerte de real politik poco convincente. Hasta hace poco España era un país católico por definición, pero ahora habita un mundo globalizado. En el futuro la mayoría de los inmigrantes no llegarán de Latinoamérica, sino de los países musulmanes, y en la medida en que los creyentes musulmanes adquieran la categoría de ciudadanos deben tener los mismos derechos que los católicos, porque la democracia implica igualdad.

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