El desenfoque

raquel / Garrido

El enchufe se perdona

EL enchufismo ha existido siempre y a veces no sé de qué nos sorprendemos cuando salen a la luz pública algunos de estos casos. Pero me temo que los enchufes son solamente la punta de un enorme iceberg del que apenas sabemos nada. Quizás es cierto eso de que el poder corrompe casi irremediablemente al que lo ostenta y muy pocos son capaces de mantener intactos los principios básicos de la ética cuando acceden a él. Imagino que no debe ser fácil resistirse al placer de dominar todo lo que te rodea y menos si el nivel de remordimiento y conciencia de uno de estos poderosos es igual a cero. Lo demuestran continuamente los que sin ningún reparo se atreven, ya no solo a hacerlo, sino a reconocerlo abiertamente en una entrevista de televisión cuando no han tenido el valor ni la poca vergüenza de admitirlo ante un juez. ¿Cómo la Justicia puede permitir este tipo de fechorías?

A ver cuándo se enteran de que la administración, sea del tamaño y del tipo que sea, no es el cortijo de ninguno de estos cara duras ni pueden hacer lo que se les antoje como si el dinero creciera de un árbol, porque no es así. A algunos de estos políticos, a los que no entiendo cómo la ciudadanía les sigue respaldando en las urnas a sabiendas de que no es del todo lícita su forma de gestionar las arcas públicas, alguien debería pararles los pies y evitar que sigan riéndose de todos los demás casi a ningún precio.

Y ya que sus propios partidos políticos rara vez los desacreditan por muy mal que lo hagan y por muy flagrante que sea lo que han hecho, la única esperanza que me queda es la Justicia. Quiero creer en ella, quiero creer que es justa y quiero creer que algún día toda esta panda de impresentables pagará por su desfachatez de aprovecharse de lo público en beneficio de su interés privado. Difícil lo van a tener los jueces para convencerme de que verdaderamente este tipo de comportamientos terminan en condenas ejemplarizantes a menos que cambie radicalmente el sistema.

No hay más que echar un vistazo a algunos de los casos más sonados para saber que el final no siempre es el que cabe pensar a priori ante la gravedad de los hechos. En este panorama de desmanes políticos parece que el enchufismo es el menor de los males y casi que se perdona. En otra época nadie se echaba las manos a la cabeza porque el político de turno enchufara a dedo al cuñado, al primo o al vecino sin ningún tipo de examen ni concurso público a chupar del bote público. Hoy en día, aunque solo sea por respeto hacia los que tan mal lo están pasando, creo que la sociedad se merece que acabe ya este circo.

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