La ciudad y los días

carlos / colón

Poderoso caballero...

RECUERDAN las manifestaciones de los arquitectos cuando se arrasó la ciudad en los años 60 y 70? ¿Su negativa a firmar los proyectos de derribo y a lucrarse construyendo sobre sus solares? ¿Su combate para que los vecinos de los barrios históricos no fueran expulsados de sus viejas casas, que se abandonaban hasta declararlas en ruina, para ser realojados en las colmenas del extrarradio? ¿Su apoyo a Romero Murube cuando lo echaron de su periódico por criticar la destrucción de la plaza del Duque? ¿La cadena humana que, exponiéndose a las porras de los grises, formaron para tratar de impedir el derribo del San Fernando y del mercado de la Encarnación? ¿Su defensa heroica del Coliseo España cuando lo dejaron como una cáscara vacía?

¿Recuerdan la agria polémica entre arquitectos que rodeó a los caros despropósitos de La Piel Sensible, la remodelación de la Alameda o la solución dada a la peatonalización de la Avenida? ¿Cómo se concentraron ante las puertas de su colegio profesional, tan cerquita de ellas, para denunciar el disparate urbanístico y el dislate presupuestario de las setas? ¿Su denuncia de la burbuja inmobiliaria?

Si no lo recuerdan, no se preocupen. No les falla la memoria ni deben atiborrarse de rabitos de pasas. Si no lo recuerdan es porque estas cosas nunca han pasado. Salvo un breve período en los primeros años democráticos el gremio arquitectónico siempre miró para otro lado (du coté de chez son portefeuille) cada vez que la ciudad fue agredida. En el franquismo los alcaldes decidían, pero los arquitectos ejecutaban. Todos tenemos presentes, para su vergüenza, los nombres de los alcaldes que gobernaron Sevilla durante los años más negros de su destrucción. Pero casi todos ignoramos los nombres de los arquitectos que ejecutaron los proyectos de demolición y construcción. ¿O los palacios, casas, teatros y calles se cayeron solos y sobre sus solares brotaron espontáneamente grandes almacenes y bloques de pisos? En esto hay una completa desmemoria histórica. A la que hay que sumar ese sometimiento, ya en democracia, de la arquitectura al poder que da como resultado la caprichosa y cara arquitectura del poder que todos pagamos; y que en Sevilla representan sobre todo las setas.

Tal vez por eso de los 29 lectores que comentaban la noticia de la protesta de los arquitectos contra la ley de colegios profesionales -¡ahora sí!-, 23 estaban contra ellos.

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