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rafael / sánchez Saus

Tormentas de abril

LAS cosas de la política son de natural mudable, de modo que de no estar alimentadas por algo tan irresistible para muchos como la expectativa del poder -más apasionante que su ejercicio, lleno de aburridas tareas y responsabilidades-, sus filas serían un vivero de vocaciones a la Trapa, vieja solución al desengaño. Todavía no han amarilleado las portadas de los periódicos destinadas a cantar las glorias de Susana Díaz, jaleada como la gran novedad y esperanza del socialismo patrio (no se molesten, es un decir), cuando los mismos medios descubren que estamos ante una presidenta sin fondo ni apenas formas, incapaz de hacer frente con solvencia a los asuntos más cotidianos. Y es que éstos, en Andalucía, parecen resumirse en dos cuestiones: paro y corrupción.

Este mes de abril que aún no ha terminado ha puesto sobre el tapete tres temas en los que Susana Díaz y su manera de entender la política están demostrando preocupantes límites e incapacidades: la evolución del paro en la región, que empieza a desmarcarse claramente de la marcha positiva de casi todo el país y desarma el discurso de la Junta sobre el modelo andaluz frente a la crisis; el cierre en falso de la crisis de gobierno provocada por IU a cuenta del desalojo de la Corrala Utopía, una operación diseñada con todo detalle para hacer ver que el pretendido liderazgo nacional de la presidenta depende de la izquierda comunista más sectaria y cavernaria de Europa; finalmente, la actitud de la propia Díaz ante el nuevo y brutal escándalo de corrupción socialista, el ligado a los cursos de formación a los parados, que está sepultando lo que podía quedarle de prestigio a Andalucía tras el de los ERE.

En este último asunto de los cursos de formación, la confusa defensa de Díaz y su gabinete recuerda demasiado a las sucesivas líneas tras las que la Junta intentó parapetarse ante el escándalo de los ERE: primero, negarlo todo; segundo, minimizarlo; tercero, refugiarse en la teoría de la conspiración de la malvada derecha; cuarta, afectar apoyo a la investigación cuando se entorpece todo lo que se puede. Todo esto a la vez, en extraña mezcolanza, ha intentado Susana Díaz en los últimos días en medio de la rechifla nacional y del abatimiento de los andaluces. Sólo falta la quinta y definitiva línea de defensa: huir del toro y buscar el burladero del aforamiento. Maestros tiene.

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