Tinta con limón

josé L. Malo /

Hasta Cuándo

TRANSPARENCIA: reto inerte que se marcan los clubes de fútbol al llevar su gestión; hay tantas cosas que les perjudicarían si las comunican que pretenderlo es como ese periodista que se jacta de ser objetivo.

Hablemos del Málaga posjeque, de cómo el proyecto es la supervivencia. Se pretende en un plazo de 2-3 años ser un club saneado, solvente. Hablando en plata, que cada verano no haya que vender a uno o varios de los pilares del equipo. Ahora, así lo llevan un tiempo anunciando los dirigentes, se navega por la autosuficiencia. Pero por tercer verano consecutivo hay que darle un hachazo a la línea de flotación de la plantilla. Los traspasos de Cazorla, Rondón o Monreal fueron difíciles de asimilar; con el desmantelamiento del año pasado (Joaquín, Isco, Demichelis, Toulalan...) se contaba pero nunca se terminaba de saber dónde estaba el límite. Para éste, el aficionado se había hecho a la idea de perder a Caballero, por necesidad y por su pujanza, y de que antes o después saldrá Antunes. Lo que nadie se esperaba era el casitraspaso de Portillo y la venta fulgurante de Eliseu un mes después de ser renovado. Y lo peor es esa sensación de quién será el próximo.

Porque en este Málaga no se sabe hasta cuándo será así. En este club se saben las cosas un año después. Un año después de las primeras ventas se empezó a contar que el jeque no iba a abrir más el grifo y que había un pufo tremendo con Hacienda y Seguridad Social que amenazaba con otra desaparición. Un año después se contó que no se apuró más para mercadear la salida de Isco porque si no el club se iba a Segunda B. Hace unos meses se dijo que habría una o dos ventas en verano para cuadrar cuentas. Y como se está haciendo lo imposible por evitar que Camacho sea uno de ellos para no sufrir como el año pasado, entre los Portillo, Eliseu, Jesús Gámez o Darder se hacen cuentas para compensar el dinero que debe seguir llegando. Y que no se reinvierte en jugadores, va para seguir tapando agujeros. Agujeros que no se cuentan bien cuántos son y cómo de amenazantes son. Seguro que habrá que esperar al año que viene para saberlo. Y, aunque vendan hasta al conserje, la afición llenará La Rosaleda, porque es fiel como pocas. Pero no se merece esto.

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