En tránsito

eduardo / jordá

U na comedia de terror

UNA de las cosas más tristes que ocurren en estos tiempos -aparte de las desgracias de la gente que lo está pasando mal-, es ver cómo gente inteligente, con la que te tomarías encantado una cerveza, te repite la misma matraca a primera vista progresista pero en el fondo profundamente reaccionaria: "Los catalanes tienen derecho a votar lo que quieren ser", o bien: "La democracia es votar. Si no dejas votar, eres un fascista".

Siento decirlo, pero se trata de dos errores muy graves. No siempre la democracia consiste en votar, porque las votaciones de un referéndum pueden ser manipuladas de forma capciosa por el poder para favorecer a una de las muchas opciones posibles (y en este sentido, un referéndum planteado con una pregunta tan tramposa como el catalán es el prototipo de referéndum antidemocrático). Y repito que el derecho a decidir no es tan bonito como nos quieren hacer creer. En los años 60, en el sur de los Estados Unidos, los blancos que aplicaban la segregación racial contra los negros esgrimían siempre su derecho a decidir. Y como eran mayoría, siempre conseguían imponer la segregación racial. Así que, si los negros consiguieron sus derechos civiles, no fue porque se aplicara la democracia en sentido estricto, sino porque se obligó a los estados del Sur a cumplir unas leyes federales que nunca habrían sido aprobadas por ellos. Es decir, que los derechos civiles se impusieron en virtud de un principio moral superior que desterraba el derecho a decidir.

Y ahora llega el segundo error, que consiste en creer que la idea de nación española es retrógrada, mientras que en cambio sí son democráticos y avanzados los pequeños nacionalismos de campanario con sus coros y danzas y sus unanimidades callejeras y sus maestros reconvertidos en clérigos voluntarios que vigilan la moral patria de sus alumnos. Porque el ideal nacionalista -que aquí defiende una parte de la izquierda- es un atlas minucioso de la más miserable vida provinciana franquista: beatas vigilando a los vecinos, maestros que enseñan Formación del Espíritu Nacional y censuran las redacciones de sus alumnos, entrenadores de fútbol que cobran un sobresueldo como informantes, etc, etc. Y todo, por supuesto, camuflado con una sonriente actitud festiva que oculta su propósito siniestro. Y uno de los grandes misterios de nuestra época es el papel que juegan IU y Podemos en esta comedia que puede terminar convirtiéndose en una película de terror. Así nos van las cosas.

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