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Crónica Personal

Pilar / cernuda

Aniversario

NO se cumple el tercer aniversario de que ETA abandonara el terrorismo, como pretenden creer algunos, sino el tercer aniversario de que ETA anunciara el abandono definitivo de la violencia. Que no es lo mismo.

Es evidente que ETA lleva tres años sin matar a nadie, de lo que hay que felicitarse porque significa que no ha sumado nuevas víctimas a la lista de quienes perdieron la vida a manos de terroristas; pero han continuado las amenazas, las bravatas, el chantaje emocional y el económico. Y no se ha visto la voluntad de demostrar que el terrorismo ha quedado atrás y para siempre. No se ha producido la disolución de la banda y tampoco han entregado las armas, y además trataron de burlarse de los españoles de buena fe con aquella pantomima de entrega de armas -una docena de pistolas inservibles- a unos supuestos mediadores internacionales.

Seguro que entre los que apoyaron a ETA o formaron parte de ETA hay hombres y mujeres que se han arrepentido de su apoyo a una banda de crueldad inusitada, seguro. Pero la banda como tal no ha oficializado su disolución, sigue manteniendo un control férreo sobre los presos, organiza algaradas en las que exhiben pancartas y sueltan gritos exactamente iguales que los de antaño, y recibe como héroes a los que han logrado sortear la doctrina Parot gracias una sentencia del Tribunal de Estrasburgo que debería avergonzar a quien representa a España en esa instancia, y que jugó claramente a favor de los que defienden que a los antiguos etarras hay que abrirles las puertas de las instituciones para que no caigan en la tentación de volver a matar.

Han cambiado mucho las cosas, pero no se ha pasado página definitivamente a la pesadilla; por eso duele que ocupen cargos que han ganado gracias a los votos, pero que los fiscales del gobierno de Zapatero podían haber evitado si hubieran puesto todo el empeño en aceptar las pruebas que les facilitaba la Guardia Civil, que demostraban que ETA, Bildu y Sortu eran ramas de un mismo tronco. Cuando algunos de esos fiscales quisieron dar marcha atrás ya no fue posible.

No han vuelto a matar, pero no merecen que se les ponga en un altar, como hacen algunos, dando a entender poco menos que son gente de paz. Ni lo fueron ni lo son, aunque los que se encuentran en cargos institucionales de vez en cuando pronuncian alguna frase conciliadora para ver si así se ganan la continuidad en el puesto. Es difícil creer en su buena fe: no mientras no digan alto, fuerte y claro que condenan la barbarie.

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