EL siglo XX fue calificado como el siglo de las mujeres porque hizo realidad la única revolución triunfante, la que reconoció a las mujeres su condición de ciudadanas y por tanto titulares de derechos que no tenían. Se rompió el modelo de sociedad patriarcal y se generó un nuevo contrato social. Revolución triunfante, sí, pero inacabada. Pequeñas y grandes cosas lo evidencian:

Hemos ganado la única batalla que ha hecho retroceder a este Gobierno de mayoría absoluta: la retirada de la reforma de la ley del aborto, con el subsiguiente abandono de un ministro muy importante como Gallardón. Las movilizaciones continuas de las mujeres han tenido mucho que ver con el éxito, aunque quede la espada de Damocles de la sentencia del TC. Siempre hemos sabido "tejer y destejer", sin desfallecimientos.

Siguen faltando el respeto a las mujeres, con afirmaciones gravísimas como las del consejero de Sanidad de Madrid, todavía en activo, sobre la enfermera contagiada de ébola, o la decisión del concejal del PP del Ayuntamiento de Madrid que cesa a una funcionaria por haber sido madre y "preferir conciliar su vida personal y familiar". La alcaldesa reacciona, ordenando la reincorporación de la funcionaria y pide al concejal que rectifique en público, pero no lo cesa. No olvidamos nunca las reiteradas declaraciones del alcalde de Valladolid ni los aplausos de las concejalas del PP.

Con la maternidad se está llegando al paroxismo: desde las desdichadas palabras de la presidenta del Círculo de Empresarios, "prefiero contratar mayores de 45 y menores de 25 para evitar embarazos", empeñada en que ha sido mal interpretada, a esa vuelta al naturalismo y a la lactancia materna, que le ha hecho escribir a Adela Muñoz un estupendo artículo, Liga de la leche y malas madres, que recomiendo, o ese nuevo "machismo tecnológico" de Facebook y Apple ofreciendo congelar los óvulos a sus empleadas, que en el fondo pretende, en palabras de Milagros Pérez Oliva, "facilitar que las mujeres en edad fértil no se distraigan con los deseos de maternidad, con la falsa ilusión de que no necesitan renunciar a ella, sino sólo posponerla".

Otro día comentaré el escaso esfuerzo de la RAE en suprimir el sexismo del nuevo diccionario. Dice Eulalia Lledó: "Está a años luz de la sociedad. Arrastra una inercia que parece que les gusta", pero, tranquilas, Pablo Iglesias no quiere ser "macho alfa".