La tribuna

juan Manuel Suárez Japón

Primarias: menos nueces que ruido

ENTRÉ en la cabina que aseguraba la discreción y sobre una mesa estaban las dos candidaturas en disputa y también esa opción tercera del voto blanco que se ofrece a quienes, aun sin tener decidida su opción, desean ejercer su derecho -y su compromiso- de participar en las elecciones primarias activadas por el partido en el que milita. Tienes aún frescas las buenas sensaciones del proceso que eligió a Pedro Sánchez y por ello asocias estas nuevas primarias a la continuidad de aquel ejercicio de renovación y cualificación de los usos democráticos de la organización, -"acorde con las exigencias de los tiempos"-, que hemos ido predicando.

Así pues, esperaba que ahora el cuerpo todo del partido se agitase, que se movilizase para generar candidaturas capaces de mostrar la riqueza de nuestro "capital humano" y de atraer el entusiasmo de la militancia, en fin, para convertir esta cita en una referencia festiva, prueba de vitalidad y de futuro. Situados en el día después, mi impresión es que los resultados se han quedado lejos de las previsiones, al menos de las que albergábamos algunos de los que hemos seguido el proceso desde la orilla en la que nos agrupamos, atracados como barcos en desguace, los viejos militantes anulados por el férreo dictamen, -esta vez sí, cumplido con rigor-, de la renovación generacional.

Naturalmente, en ese contexto asumo el poco valor que hayan de tener mis impresiones acerca de lo sucedido. Pero no puedo ignorar la distancia notoria producida entre las expectativas creadas por estos escarceos electorales y los procesos de primarias realmente producidos. Uno había imaginado un movimiento participativo más amplio, más general, a la vista de la asociación que desde la cúpula del partido se hizo entre las primarias y los objetivos de renovación interna y regeneración democrática. Sin embargo, observando las expresiones de confort y satisfacción con los resultados que se emiten desde las diversas escalas de las direcciones de la organización, la pregunta que debería hacerse sería otra: ¿cuál era de verdad el deseo de la dirección al poner en marcha este proceso?, ¿hasta dónde esta apuesta por las elecciones primarias era una práctica realmente sentida por todos y asumida por todos como conveniente?, ¿las direcciones regionales y/o provinciales han trabajado para facilitar la existencia de candidaturas confrontadas en la solicitud del apoyo de sus compañeros o, por el contrario, ha actuado, -sí, ya sé que eso se niega siempre-, intentando evitarlas para eludir así una posible fuente de conflictos?

Me asiste al menos el derecho a dudar a partir de datos como estos: en España ha habido primarias sólo en 70 municipios (de más de 20.000 habitantes, como se sabe), en Andalucía, que es una región de alto grado de urbanización y con numerosas ciudades por encima de esa cifra límite, sólo las hubo en 17 (y ninguna de ellas eran capitales de provincias). En la provincia de Cádiz, las hubo en 3, en Granada en 3, en Almería, 2, en Sevilla, 2 o en Córdoba, 1.

Si este resultado produce el aludido confort entre quienes han tenido la responsabilidad de promoverlas, entonces no sólo debo proclamar mi error, sino también mi ingenuidad. Yo imaginaba de otro modo las elecciones de candidatos por esa vía de las primarias, más aún después del exitoso proceso que removió la propia dirección federal. No ha sido así, al menos en mi percepción. Por eso renuevo hoy la perplejidad, rayana en la desilusión, que ya tuve cuando el proceso de primarias que iba a dilucidar quién habría de ser nuestro candidato/a a la Presidencia de la Junta de Andalucía, en lo que habíamos puesto no pocas esperanzas para evaluar la profundidad de la onda regeneradora. Pero concluyó del modo que lo hizo: "los otros no tenían los avales", una razón en apariencia aséptica, nuevamente manejada ahora como explicación de lo sucedido y que, como entonces, era pronunciada con suspiros de alivios en el entorno de los/as que sí los tenía. Me recordaban un viejo chiste de humor negro: un campesino va a caballo, al pie del mismo camina agotada una mujer que lleva una pesada carga a su espalda. Cuando alguien le recrimina la situación, el caballero sólo dice: "ella no tiene caballo".

Pero uno, que ha vivido muchas cosas, se sigue sosteniendo en la firme creencia de que en situaciones como esas, -en la vida y en la vida del partido-, nuestro papel es precisamente extremar el cuidado para resolver el problema de los que "no tienen caballo", permitiendo así la igualdad de oportunidades y dejando, de verdad, que entre en nuestra casa el aire vitalizante de la libertad y la renovación. Se me hace difícil creer que tan escasa confrontación, -¡sólo dos casos en la provincia de Sevilla¡-, sea el reflejo de una coincidencia y de una unidad tan omnímoda. Si así fuese, ésta se habría convertido en el primer obstáculo para la consecución de las aspiraciones que proclamamos.

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