Postales desde el filo

José Asenjo

Paralizados por la duda

SOSTIENE el primer ministro francés, Manuel Valls, que la izquierda puede morir si no se reinventa, si renuncia a gobernar. Desde que en 1959, en el Congreso de Bad Godesberg, el SPD abandonase la lucha de clases, la socialdemocracia no ha dejado de darle vueltas a como compatibilizar su agenda reformista con la eficiencia del libre mercado. Una equilibrio cuyo éxito depende de su ajuste a los ciclos económicos. El abandono del marxismo por el PSOE de Felipe González, el giro liberal del socialismo francés, tras el fracaso de la primer periodo izquierdista de la presidencia de Mitterand, la tercera vía de Blair, etc. han sido hitos de un debate recurrente en las últimas décadas. En todos esos momentos el socialismo democrático se debatía entre girar a la izquierda o buscar la centralidad política. Pero mientras se debatían en sus vacilaciones, el neoliberalismo ganaba la batalla ideológica. Hoy es el pensamiento dominante en la Europa de la economía social de mercado.

Ahora parece un inútil combate, cuando lo que moviliza un electorado castigado por la crisis no es la tensión derecha izquierda, individuo sociedad o intervencionismo o desregulación. El esquema que ha permitido la irresistible ascensión de Podemos es de naturaleza bien distinta: la gente contra la "casta". En Cataluña es la cuestión identitaria la que acapara el debate público y motiva al electorado. Algo pasa en Cataluña para que anticapitalistas y neoliberales estemos de acuerdo, decía un diputado de la CUP en una reciente entrevista en el País. Lo que pasa es que el fervor nacionalista anula las diferencias y trastoca los valores. La identidad es alienadora y elimina cualquier otra tensión diferenciadora -ya sea de clase, política o moral- que no sea la de Cataluña frente a España. El programa es tentadoramente elemental: más que identificar el problema se señala a un culpable al que responsabilizar de todos los males. Eliminando la casta o sacando las sucias manos de los españoles de una Cataluña independiente, todos los problemas desaparecerán.

La socialdemocracia se debate en las complejidades de cómo sostener el contrato social en una economía globalizada dominada por un capitalismo financiero depredador. Si volver a la izquierda clásica o reinventarse, como plantea Valls. Pero, mientras las dudas ideológicas paralizan a la socialdemocracia, el simplismo populista se está llevando el gato al agua.

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