El balcón

Ignacio / Martínez

Rajoy se forra

RAJOY se forra. Se abriga, se protege. Pide perdón por la corrupción en el PP, pero sostiene que son casos aislados y pide que no cunda el pánico. Propone normas éticas, un consejo de transparencia, pactos... Lo dice también su vicepresidenta Santamaría al término del Consejo de Ministros de ayer, al tiempo que justifica que el PP impida un Pleno extraordinario sobre corrupción en el Congreso, ¡ante la imposibilidad del presidente para hablar de los casos de los demás! Según esta impúdica exposición, Rajoy es incapaz de hablar de la corrupción propia, sin afearle a otros partidos la suya. El Gobierno responde con palabrería a una alarma social creciente. Un juego peligroso; bastaría con que exigiese a los suyos que no roben ni abusen de los bienes públicos.

En este campo no cabe excusa. En 1988 la Brigada de Estupefacientes inició escuchas de un teléfono de Valencia por orden judicial, para un caso de narcotráfico y se encontró con que el hermano del sospechoso era un concejal del PP con amigos en el lado oscuro de la política. Entre ellos, dos ex tesoreros del PP, Naseiro y Sanchís, y un futuro líder nacional, Eduardo Zaplana.

Las 5.420 llamadas grabadas son un monumento a la poca vergüenza, aunque no sirvieran para procesar a los investigados, porque la orden judicial no cubría su caso. La banda quedó impune. Uno de ellos explicaba que estaba en política para forrase. Zaplana confesaba su necesidad de hacerse rico. El asunto no tuvo repercusiones penales, pero tampoco éticas: el aludido tuvo una carrera espectacular. Fue sucesivamente alcalde de Benidorm, presidente autonómico, ministro y portavoz del PP en el Congreso.

Con el preso Granados pasa algo similar. Ocurre cuando no hay control de calidad. Francisco Granados ha sido acusado por diversos dirigentes de su propio partido de espiarles y es sospechoso de mordidas desde 1999; pero nada de eso le impidió ser uno de los hombres de confianza de Esperanza Aguirre tanto en el Gobierno autonómico como en el PP de Madrid.

Forrar es un verbo que vale para una parábola. Puede significar poner un forro a algo, que es lo que hace Rajoy; se protege, aunque el juez Ruz considera acreditado que había una caja B en el PP. Forrar simboliza también enriquecerse, como saben bien los protagonistas del caso Naseiro, que se fueron de rositas, y los de la operación Púnica de esta semana. Pero, ojo, en el lenguaje coloquial forrar también quiere decir hartarse, que es lo que le pasa al personal. Esta situación pide a gritos, además de honradez, un líder. Y no se le ve por ninguna parte.

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