La esquina

josé / aguilar

Pantoja en la cárcel

LA súplica en forma de recurso ante el tribunal que la juzgó y condenó ha sido, como se preveía, inútil. Isabel Pantoja tuvo que atravesar ayer, hacia adentro, los muros de la cárcel de mujeres de Alcalá de Guadaíra para cumplir los dos años de prisión que le fueron impuestos por blanquear el dinero ilícitamente obtenido por su ex pareja, el alcalde de Marbella Julián Muñoz.

Sigue vivo el debate nacional que acompaña al encarcelamiento de cualquier personaje de gran impacto mediático, sea en la vertiente política o en la del famoseo: si la Justicia ha sido justa o se ha cumplido el principio del escarmiento y el feliz hallazgo del chivo expiatorio. Vamos, si con la Pantoja se ha satisfecho la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.

No tengo dudas de que la tonadillera fue sometida a un juicio con todas las garantías legales. No hubo trato de favor, y tampoco trato en contra. La Audiencia de Málaga encontró claramente probado que Isabel Pantoja ayudó, a través de sus actividades artísticas y empresariales, a lavar los fondos acarreados por Muñoz y procedentes del saqueo de las arcas del Ayuntamiento marbellí, ejemplo de urbanismo corrupto organizado por Jesús Gil y continuado por su sucesor.

Ha sido en un trámite posterior cuando se ha podido producir un tratamiento específico a la folclórica: cuando solicitó que se suspendiera la ejecución de su condena. Lo cierto es que cumplía los requisitos recogidos por el Código Penal para hacerse acreedora del beneficio de la suspensión. No tenía antecedentes, la condena no superaba los dos años y presentó un plan para abonar la multa que le había impuesto el tribunal.

Requisitos necesarios, mas no suficientes. Para explicar por qué no eran suficientes, la Audiencia elaboró dieciocho folios de argumentos que eran en sí más demoledores que la propia sentencia. Ahí es donde hablaban de la conducta de la condenada como "paradigma de ilegalidad criminal en el aprovechamiento privado y torticero del patrimonio público" y donde, negando su voluntad ejemplarizante, explicitaban que su negativa a suspender el ingreso en prisión trataba, paradójicamente, de disuadir a todos aquellos que puedan sentirse tentados a incurrir en una actuación ilegal como la suya, tan nefasta para una sociedad democrática. Si esto no es afán ejemplarizante, que venga Dios y lo vea.

En fin, ya está Isabel en la cárcel, como demandaba la masa vengativa y cruel.

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