Luces y sombras

antonio / méndez

El inversor

ESTA claro que en este siglo XXI, marcado por una crisis económica que al menos en el terreno de la igualdad nos ha hecho retroceder a la década de los 70, los magnates aparecen como los grandes mecenas que pueden reconducir el futuro de las ciudades y por tanto insuflar optimismo. Socialmente no se les ve como millonarios caprichosos dispuestos a jugarse alguna propina de su fortuna en un proyecto urbanístico con la condición de que se le garantice rentabilidad a corto plazo. Al contrario, se les considera grandes benefactores que con su presencia dan un espaldarazo a la urbe en la que se han dignado fijarse.

Pero esta figura no es extensible, salvando las comparaciones económicas, al empresario local. El concepto varía radicalmente. Entonces despiertan todas las sospechas de que la operación anunciada esconde una jugada aviesa o persigue un negocio oscuro en el que han utilizado sus peores artes. Ejemplo reciente el de los ex ediles Damián Caneda y José Luis Ramos y la compra de las acciones para explotar el restaurante de los Baños del Carmen. Con un catarí o similar, los elogios serían continuos por salvar uno de los iconos de la capital.

Basta el ejemplo de Arraijanal. El mejor terreno de la ciudad, expropiado con dinero de todos los malagueños a una empresa privada que impulsaba un proyecto inmobiliario de referencia. Ahora lo mejor de esa parcela hay que entregársela al jeque para resarcirle porque un día como aperitivo a sus intenciones reales, compró el Málaga y se gastó un dineral en una iniciativa en la que rápidamente dio marcha atrás en cuanto no se cumplieron sus expectativas. Ahora decide levantar algunos campos de fútbol, aunque en realidad lo que persigue es sentar las bases para un proyecto hotelero y comercial que sirva para resarcirle de su inversión. Así que con el dinero y quién es el que decide gastarlo hay que establecer también categorías.

Se me antoja que ese problema no exista con el cine Astoria. Ha aparecido un empresario asiático dispuesto a poner 10 millones en un proyecto ahora mismo fantasma. El mérito debemos reconocerlo. A falta de que salga el pliego de condiciones para el concurso, el edificio destinado al museo de los museos (algo que me sonaba a la Matrioska, la famosa muñeca rusa), el inmueble emblemático por el que varios pritzker iban a entrar en disputa por dejar su huella arquitectónica, ahora mismo báscula entre un sucedáneo de gastro bar y una sala de exposiciones al vacío. Aunque si el citado emprendedor oriental puja y le arregla el desaguisado al alcalde deberíamos encumbrarlo a héroe local.

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