LA política siempre es más fácil si hay un canalla al que señalar como objetivo. Aquello de "contra Franco vivíamos mejor" sigue siendo cierto en gran medida, y no resulta difícil prever lo que sucederá en Cuba una vez que se normalicen los partidos en distintos frentes ideológicos (en parte, resulta gratificante poder decir estas cosas sin que suene a ciencia-ficción, así, de un día para otro). Pero, a lo que iba. El Gobierno insiste en que la crisis es historia, que la economía crecerá el año que viene más de lo previsto, que cae el desempleo y que ahora es Europa la que nos mira con envidia (hace poco, en una comparecencia de las suyas, a Soraya Sáenz de Santamaría le faltó decir que había que ser tonto para no darse cuenta); luego, cae alguna coletilla del tipo "sabemos que esta recuperación no está afectando igual a todo el mundo, pero todo llegará", como para dar cuenta de una sensibilidad social de pacotilla cuando se ha descargado a mansalva todo el panfletario electoralista. Y sí, la recuperación no está afectando a todo el mundo igual; es más, los niveles de crecimiento que promociona el Gobierno como si fuesen la conquista del Nuevo Mundo son ínfimos, incipientes y, lo que es peor, profundamente especulativos; pero suficientes, en todo caso, para librar la batalla a cara de perro con garantías. La Junta de Andalucía lo sabe y por eso tiene a tiro al canalla que le facilita las cosas en su justificación política; en consecuencia, a los prebostes regionales les sale barato promocionarse como abanderados de la sensibilidad social frente a la indiferencia del Gobierno ante el sufrimiento, con medidas como el pago de alquileres a familias desahuciadas y, tachán, desayunos y meriendas en centros escolares.

Mi compañera Cristina Fernández viene informando en los últimos días en estas mismas páginas de cómo esas meriendas se han esfumado ya en el primer trimestre del curso, lo que ha afectado de manera directa a menores en riesgo de exclusión social en barrios como los Asperones, la Corta y la Palmilla, donde, en muchos casos, esa merienda constituyen la única cena que las familias pueden dar a sus hijos. Para más inri, en una maniobra digna de Calígula, algunos colegios han recibido las meriendas en los dos últimos días señalados en el calendario lectivo, sin garantías de que la distribución vaya a continuar en enero. Uno recuerda después el tremendo desorden burocrático que arrastra la Junta a la hora de emitir las ayudas a autónomos y las subvenciones a los cursos de formación y todo encaja. Aquí no hay recuperación, sino el triunfo del capitalismo más salvaje. Pero para ser distinto del canalla, hace falta algo más que golpes de pecho.

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