Calle Larios

pablo Bujalance /

La invisible

EN esta semana de marimorenas y borrachuelos el Ayuntamiento ha vuelto a demostrar lo mal que se le da gestionar el asunto de la Casa Invisible. Para informar a sus gestores de la decisión de restringir las actividades a cuenta de la pésima instalación eléctrica del edificio, el Consistorio decidió enviar a la Policía a desalojar el mismo, convencido de que el sencillo suministro de una nota no bastaría para convencer a esos hippies peludos y recalcitrantes; y cuando se aclaró que la medida sólo afectaba a las actividades de libre concurrencia, convocadas de manera pública, hubo que dar acta de reapertura de algo que no se había cerrado realmente. El Ayuntamiento ya sabe que matar mosquitos a cañonazos siempre termina saliendo caro, pero sigue dispuesto a enviar a la Policía a la Invisible a la primera de cambio, por más que este tipo de guiños a la galería más reaccionaria le acarree un desgaste social considerable. En virtud de toda esta torpeza, lo que debería ser una oportunidad acaba convirtiéndose en un problema: el Gobierno municipal podría hacer de la Invisible un aliado a la hora de hacer ciudad, y a la vez presumir ante la oposición de mano izquierda y habilidad política para entablar acuerdos. Por ello, el Consistorio debería haber sido el primero en interesarse por la situación del edificio y poner en bandeja las soluciones precisas; pero el juego de te doy la ruina que me pides y ya te las apañas tú solito no es precisamente un síntoma de sensibilidad, y el cruce de acusaciones entre el Ayuntamiento y la Invisible respecto a quién le corresponde garantizar la seguridad del sitio difícilmente podría ser más deprimente.

No soy un usuario muy habitual de la Casa Invisible. He estado allí un par de veces y lo más raro que he visto ha sido un mimo haciendo malabares. Sin embargo, independientemente de los gustos y las querencias que la sede estimule en el respetable, lo cierto es que la Invisible forma parte del cada vez más reducido núcleo que resiste el envite franquiciador del centro: si algo tiene la casa es singularidad, mucho más allá de su agenda propia, y ya no quedan muchas dudas del interés del Ayuntamiento en unificar todos los criterios urbanísticos, comerciales y hasta estéticos del centro a mayor gloria de un único criterio: el turismo. Parece que toda empresa puesta en marcha desde el corazón de Málaga con intenciones cívicas, aunque sean más o menos afortunadas, únicamente puede aspirar, como mucho, a que le sea perdonada la vida. Pero ya se sabe que aquí la ruina va ligada a la especulación, y que la inacción del Ayuntamiento respecto a la Invisible parece responder a beneficios postreros. Qué lástima.

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