La tribuna

juan Ramón Medina Precioso

Tradición religiosa y Ciencia en el mundo

LOS resultados de las comparaciones entre los escenarios de la Ciencia a nivel mundial son bastante clarificadores e interesantes. Aquí me centraré en un aspecto que no suele comentarse: la posible relación entre las tradiciones religiosas de los distintos países y sus aportaciones contemporáneas a la Ciencia. Y eso al margen de que haya muchos ateos y agnósticos en países cuyas raíces sean alguna de las tres religiones monoteístas principales (judaica, cristiana e islámica).

Entre los diez países que, en valor absoluto, más gastaron en Ciencia en 2009 figuran cinco de Europa Occidental (Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y España), dos de Norteamérica (EEUU y Canadá), dos asiáticos (China y Japón) y Rusia. Notaremos que las raíces de ocho de los diez son cristianas, mientras que China y Japón desarrollaron su espiritualidad al margen de los monoteísmos del Libro.

Es notable que ninguno de esos países sea de tradición islámica, aunque haya más de 1.200 millones de musulmanes en el mundo. El primer lugar lo ocupa Turquía, en el puesto 16, sólo un puesto por delante de Israel, mucho más pequeño. Una posible explicación es que las economías de los países islámicos sean muy reducidas y que, en consecuencia, gasten menos en Ciencia. En efecto, entre las diez mayores economías del mundo no aparece ninguna islámica, siendo la primera de nuevo Turquía, y también en el lugar 16.

Esa hipótesis se debilita mucho cuando atendemos al gasto en Ciencia en relación al PIB. Inaugura esa lista Israel, de tradición judaica, y entre los nueve siguientes hay siete cristianos (Corea incluida), acompañados por Japón y Taiwan. El primer país islámico es Turquía, pero ahora baja hasta el puesto 29. Decididamente, la cultura islámica actual no parece proclive a gastar en Ciencia, ni en términos absolutos ni en relativos.

¿Qué hay de los resultados? Los diez países que más publican son los mismos que, en valor absoluto, más gastan en Ciencia, aunque no aparezcan ahora en el mismo orden. La excepción es que Rusia sale de esa lista y entra Corea del Sur. De nuevo hay ocho países de origen cristiano y ninguno islámico. Además, Turquía ni siquiera está entre los veinte y cinco primeros. Y lo mismo ocurre con el número de patentes: ocho cristianos junto con Taiwan y China forman los diez primeros, con Israel en el sitio 12 y ni rastro de Turquía.

Este llamativo resultado requiere alguna clase de explicación. Se ha dicho que las religiones monoteístas ayudaron al nacimiento de las ciencias naturales porque la idea de un Ser Supremo inteligente que creó el Universo propicia el afán y la esperanza de descubrir el orden que le impuso en la creación. Pero Alá, que significa Dios, es un tal Ser Supremo creador, de modo que no puede ser esa la explicación.

Tampoco caben las explicaciones de tipo étnico: hubo una época en la que los sabios musulmanes fueron la vanguardia del avance científico. El álgebra, los sistemas de numeración, la alquimia, la óptica, la astronomía y la medicina, entre otras materias, avanzaron bajo su liderazgo, adelantándose a los cristianos europeos. Y los científicos musulmanes que investigan ahora en países occidentales son tan eficaces como cualquier otro.

La única pista que se me ocurre se inspira en el hecho de que Turquía sea el país de población islámica que mejor parece hacerlo en ciencia. Y esa pista sugiere que la separación entre la Iglesia y el Estado, la libertad de pensamiento y de expresión, la distinción entre pecado y delito y el respeto a los derechos individuales y de las minorías, favorecen el desarrollo científico. Todos esos factores están presentes en Turquía, pero ausentes en la mayoría de las naciones islámicas. El caso de China y Taiwan es diferente porque esos países se han sumado a la ciencia actual cuando ya los cristianos occidentales habían abierto el camino.

Al parecer, sólo las culturas judeocristianas lograron dar el salto a la separación entre la Iglesia y el Estado. Se dice que el Corán, o sea la Recitación, le fue dictada a Mahoma, mientras que los textos judaicos del Antiguo Testamento y los cristianos del Nuevo Testamento fueron escritos por inspiración divina, pero no al dictado. Se supone, por tanto, que el cristianismo está en mejores condiciones que el islamismo para dar interpretaciones alegóricas de los textos sagrados, lo que facilita que se adapte con mayor facilidad a los cambios culturales. Y de ahí que no se obcecasen en mantener unidos el poder temporal con el espiritual.

Mezclar la tradición cristiana con un Estado aconfesional parece una condición favorable a la ciencia, pero no es suficiente: el escenario científico en los países sudamericanos, que cumplen el requisito, es mejor que en los islámicos pero peor que en sus correligionarios de países desarrollados.

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