el prisma

sebastián Sánchez

Alonso, retratado por su presidenta

El compromiso de la presidenta de la Junta a involucrarse "personalmente" pone en cuestión el papel del consejero

LUCIANO Alonso, a la sazón consejero de Cultura y Educación de la Junta de Andalucía, al tiempo que número uno de la candidatura del PSOE por Málaga al Parlamento andaluz en la pugna electoral del próximo 22 de marzo, queda retratado. No por la opinión pública y publicada, que también, sino por la propia presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. La máxima dirigente autonómica dilapidó el papel del consejero cuando afirmó, ante los alumnos de La Cónsula: "Voy a involucrarme personalmente". Con ese simple mensaje, acabó por sentenciar la labor de quien durante los últimos dos años y medio ha estado al frente del departamento que debía velar por el buen funcionamiento de uno de los iconos de calidad de la Costa del Sol. Lejos de conseguirlo, La Cónsula sigue marcada por una gestión sin rumbo, ignorante de su presente y sin futuro definido.

Parece probable que Alonso sea víctima de una gestión pasada plagada de anomalías. Pero asumida esa realidad, lejos de dar respuestas a los interrogantes ha optado por esconder las razones ciertas de la incertidumbre máxima que se cierne sobre el centro de formación. Esta misma semana, acosado por las críticas sobre La Cónsula, el consejero llegó a decir que la institución estaba funcionando con "normalidad". Una normalidad poco normal si se tiene en cuenta la ausencia de servicio de limpieza, lo que afecta al desarrollo de las clases prácticas, y la falta de financiación.

El pasado jueves, ante la escena de pancartas críticas, incluyendo las de los trabajadores de La Fonda, a los que se adeudan nueve mensualidades, la presidente, con gesto de sorpresa, dijo: "Pensé que todo funcionaba con normalidad". Por sus palabras se ve que los estudiantes de las dos escuelas de hostelería no son los únicos engañados en este asunto.

villalobos vuelve a dar que hablar

Celia Villalobos vuelve a marcar tendencia. Como cuando dijo aquello de los tontitos. Qué graciosa, doña Celia. Ahora la vicepresidenta primera del Congreso de los Diputados ha querido acercarse al pueblo llano practicando el sanísimo ejercicio de la distracción ¿Qué malo hay en tal ocurrencia? ¿Qué objeción se puede poner a una representante institucional como la señora Villalobos que en sus ratos libres emplea la tablet, presumiblemente del propio Congreso, para jugar al Candy Cruhs o al Frozen Free Fall? Perdón, como diría el bueno de J. J. Blanes, es menester revisar mis notas. Ah, qué no estaba en su tiempo libre.

Bueno, confirmado este extremo, toda vez que las imágenes sitúan a la diputada en la Cámara Baja y, más certeramente, en el asiento de quien preside la sesión, el asunto merece una vuelta de tuerca. Puede alegar la damnificada que no ha hecho otra cosa que compartir hábito con esos trabajadores públicos que, presionados por una carga de trabajo sin igual, optan por un momento de relax mediante el que evitar el colapso.

Esa debió ser la razón que se esconde tras este acto infantil. La buena de Villalobos seguro que se vio en la necesidad de abrir su dispositivo para dar respiro a una mente por momentos agotada ante el frenesí de ocurrencias del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Estoy convencido de que esa es la justificación de lo ocurrido. Aunque también puede ser que, en su afán por convertirse en una especie de Belén Esteban de la política, decidiese hacer honor a dicho título pasando olímpicamente del Debate del Estado de la Nación.

Debió pensar la vicepresidenta del Congreso que para qué atender en plenitud de facultades a la intervención de Rajoy cuando lo que verbalizaba el líder popular ni los suyos se lo creían. En puridad, de otorgársele un matiz de seriedad a la cuestión, la señora Villalobos como poco tendría que haber pedido disculpas un segundo después de que se desvelase que la habían pillado con el carrito del helado. Pero lejos de adoptar la pose humilde necesaria en todo ser humano, decidió negar la mayor, llegando incluso a recibir mensajes de aliento entre los integrantes de su partido. Uno de ellos de la vicepresidenta tercera del Congreso, Dolores Monserrat, quien aseguró: "la gente puede hacer lo que quiera mientras esté escuchando; hay personas que pueden hacer dos cosas a la vez". Tiene toda la razón.

Excepto porque aunque solo sea por decoro quien preside el Congreso en el desarrollo del debate plenario de mayor simbolismo del año debe guardar una cierta compostura. Jugar al Candy Cruhs o al Frozen Free Fall durante la sesión no responde a ese comportamiento mínimamente exigible y el que ello coincida con la intervención del presidente del partido al que pertenece Villalobos no hace más que concluir que los políticos no acaban de creerse ni lo que dicen. Y si no se toman en serio ellos mismos, ¿quién lo va a hacer?

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios