La esquina

josé / aguilar

Viejos y solitarios

SOMOS una sociedad envejecida, con las pensiones en peligro y las ciudades desprovistas de niños. Esto ya lo sabíamos desde hace años. También intuíamos que envejecimiento y soledad van de la mano. Ahora nos informan de los parámetros exactos de esta conexión viejos-solitarios, y tomamos nota de ello con resignación.

Según la Encuesta Continua de Hogares del Instituto Nacional de Estadística (versión 2014), uno de cada cuatro hogares españoles está habitado por una sola persona. Cuatro millones y medio de casas albergan sólo a un hombre o una mujer (con mascotas muchos de ellos, pero sin más humanos). De las casas de vecinos pasamos a la vivienda unifamiliar en los años del primer desarrollo, y de la vivienda unifamiliar estamos pasando a la vivienda unipersonal en estos años de crisis.

El boom de los hogares en soledad se debe fundamentalmente al aumento espectacular de la esperanza de vida -llegamos a viejos con más facilidad que antes y con mucha mejor salud- y al propio crecimiento económico anterior, que hizo posible satisfacer la cultura hispana de la vivienda en propiedad. El viudo o la viuda sin hijos a su cargo continúa, si puede, habitando la casa familiar en vez de acudir a una residencia. Tampoco son escasos los solteros y solteras por voluntad propia que, en la medida de sus fuerzas, se obstinan en vivir mejor solos que mal acompañados.

Sin llegar a estos extremos de soledad absoluta, sea voluntaria o forzosa, la reducción del núcleo familiar es un proceso galopante. Si el 25% de las casas son unipersonales, las ocupadas por dos personas, representan un 30% del total. El hogar más repetido y clásico (pareja con hijos) es el más frecuente, pero a poca distancia de los de pareja de hecho o de derecho en exclusiva: no llega al 35%, y aun así el prototipo más numeroso no incluye hijos, sino hijo. Hijo único, quiero decir, por encima de la parejita que se recomendaba antiguamente a los nuevos matrimonios. De tres hijos en adelante ya son para nota, y las familias numerosas hay que buscarlas con lupa. La incorporación de la mujer al trabajo, la asunción de nuevos valores sociales y la falta de incentivos de las políticas familiares ayudan en esta dirección.

En París la mitad de los hogares los integran personas solas. El doble que aquí, pero al paso que vamos no tardaremos mucho en alcanzarlos. Somos viejos, no estamos mal de salud y queremos vivir solos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios