La esquina

josé / aguilar

Mas, contra la independencia

NO faltan ni tres meses para la histórica jornada decretada por Artur Mas para que Cataluña dé el gran salto adelante hacia la independencia, y la independencia se ve cada día más lejana. Mas ha creído encarnar el papel de gigantesco héroe del proceso de separación de Cataluña de España y va a pasar a la historia como el minúsculo sepulturero de un sueño de emancipación traicionado por la realidad.

Su patética megalomanía le ha nublado el entendimiento. En 2012 adelantó las elecciones autonómicas dos años con el propósito de lograr una mayoría absoluta que le permitiera hacer y deshacer sin cortapisas (hacer la secesión y deshacer España). Resultado: perdió doce escaños en el Parlament, pasando de 62 a 50, mientras sus rivales de ERC ganaban once.

Ahora, después de haber desafiado al Estado convocando un referéndum ilegal en el que un tercio de los catalanes dieron el a la independencia, vuelve a la noria. Adelanta otra vez las elecciones, más de un año sobre el calendario normal, con la idea de que el 27 de septiembre haya un auténtico plebiscito: las enormes movilizaciones callejeras en favor de la secesión se traducirían en un voto masivo para la construcción del nuevo Estado catalán bajo la batuta del Líder (él mismo).

Lo que pasa es que entre 2012 y 2015 han ocurrido unas cuantas cosas, todas ellas contrarias o dificultosas para su magno sueño identitario. El soberanismo se ha escindido en tres facciones, ha irrumpido con fuerza la izquierda alternativa, el PSC se ha bajado del carro del derecho a decidir, el propio grupo que sustenta a Mas ha mermado por la fuga de los democristianos de Duran Lleida y al Honorable le ha estallado en pleno rostro la herencia malsana del pujolismo -el nacionalismo entendido como un sistema de cleptocracia-, que le llevó a la Generalitat.

Menos de tres meses antes del 27-S el organismo oficial catalán que pulsa a la opinión pública vaticina a Mas unos resultados irrisorios y, lo que es más importante, señala qué problemas preocupan a los ciudadanos e influirán más en el voto: el paro y la precariedad laboral, la insatisfacción con la política, el funcionamiento de la economía y, en cuarto lugar, las relaciones Cataluña-España. Un 43% quiere una Cataluña independiente y un 50% la rechaza.

La secesión catalana está más lejana con Artur Mas que antes de él. Mas ha acabado en máximo enemigo de la independencia.

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