EL órdago de Tsipras gana la partida. Pero simplemente es un mero enroque. Grecia votó en clave nacional. No quiere salir de la Unión. Y tampoco los países más sensatos de la Unión quieren esa salida. No era ésa la finalidad del referéndum. Lo sabían bien los griegos pero también el resto de países de la Unión Europea. Pocas o ninguna salida tenía ya el Gobierno griego. Por mucha irresponsabilidad que ha tenido y tiene en esta situación, no es el culpable directo de la situación límite e irreversible que vive la economía griega y el país. Las imágenes de esta semana, amén de elocuentes, reflejan la impotencia y la rabia de una situación pésimamente enderezada por la troika en los últimos años y los gobiernos de Papandreu y Samaras. No hace muchos meses reconocía Lagarde al frente del Fondo Monetario Internacional el rigor y quizás el exceso de austeridad y las draconianas condiciones exigidas e impelidas a los griegos. De aquellos lodos, estos barros de ahora.

Tsipras ha apelado, en una formidable huida hacia adelante, a la legitimidad de los votos, las urnas, el pueblo griego, exhausto y hastiado de una situación que simplemente ha empeorado. Acorralado por la dureza en las exigencias, nadie confía en Grecia, la voladura descontrolada de las reuniones del Eurogrupo ha consistido en este envite enérgico y a la desesperada. El terremoto no ha sido tan alto como se temía, tanto Italia como España controlaron la prima de riesgo, y la volatilidad de las bolsas sólo se disparó los dos primeros días de la pasada semana.

¿Por qué los griegos se han decantado por el no a la pregunta retórica y ambigua del referéndum? Porque sabían simplemente que ese no no equivalía a una salida primero de la Unión Europea, segundo, y lo más probable, del euro, por mucho que demasiados arúspices amaguen y amenacen con esa salida. Los griegos han votado el espejo y reflejo del hartazgo y el cansancio de una situación que sólo ellos pagan en primera persona. Adviértase además cómo el tono hostil y duro de Bruselas fue debilitándose e incluso dulcificándose los últimos días. Tsipras gana unos puntos de oxígeno en su posición, pero las negociaciones no serán ni más flexibles ni tampoco más benignas para la agónica economía y situación financiera helena. El tercer rescate llegará, solamente es cuestión de tiempo, y la quita, simplemente, es inevitable. Mienten quienes aseveran que no sucederá. Grecia no caerá porque Europa no puede dejarla caer sin dejarse heridas, que no rasguños, de tal envite.

Patético el debate en España y en otros países, así como las tomas de postura de los partidos políticos, todos, inmiscuyéndose en lo que no es ni en lo que no les preguntan y tratando de comparar y llevar a su propio terreno y egoísmo electoral lo que simplemente es incomparable. Si el nuevo rostro comunicativo del partido del Gobierno es la vacuidad lastimosa de decir "o corralito o tres millones de puestos de trabajo que crearemos" es no entender verdaderamente lo que está sucediendo en nuestro país. España no es Grecia ni la situación es comparable. Como tampoco pese a las similitudes lo son Syriza y Podemos. Aquélla ganó las elecciones en enero, Podemos no lo hará en noviembre. Aquello lo hizo rozando por apenas un puñado de escaños una mayoría absoluta impresionante. Pero las causas y las raíces venían de donde venían. Algo que no ha acaecido en nuestro país, donde la deuda, el déficit, la prima de riesgo y el precipicio del impago nunca han sido equiparables.

Europa debe mirarse a su propio ombligo y preguntarse demasiadas cosas, pero también saber gestionar sus propios intereses. Cuando dos premios Nobel como Krugman y Stiglitz referenciaban en sus artículos razones a favor del no y esgrimían y recordaban la dureza y la onerosidad de las condiciones exigidas a los griego y la impiedad de los acreedores, mayoritariamente europeos, alemanes y franceses -qué casualidad- amén del Fondo Monetario, quizás las cosas se puedan entender de otra manera. Grecia es culpable de su situación, pero no es la única culpable, o no tiene la culpa exclusiva, aunque sí principal. Y Europa debería ayudar a remover causas y problemas. Aunque la disuasión tampoco es recordar la quita a Alemania de 1953. No todo es comparable. Grecia vota no, pero lo hace dentro del euro y dentro de la Unión. Hoy empieza una nueva negociación a la que prácticamente el jueves de la semana pasada Grecia dijo . Pero con referéndum. Órdago en el Peloponeso.

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