La tribuna

jaime De La Torre López

Con la muerte en los talones

LA solución está en los países de origen. El drama humanitario de los refugiados sólo tiene una salida digna si se pone remedio a las raíces del conflicto. Claro. También el drama de la migración, que conocemos especialmente en nuestra ciudad por las catástrofes ocurridas en el Mediterráneo, ese nuevo mar muerto. Unos huyen de guerras o limpiezas étnicas (también política, religiosas, sexuales…). Los otros escapan de la miseria y el hambre.

Ambos tienen en común dos cosas. La primera es que, por encima de su estatus jurídico, son personas, seres humanos, congéneres nuestros. La etiqueta refugiado o migrante muchas veces nos permite deshumanizar al ser, y así digerir mejor las noticias que vemos en el telediario. La segunda es que llevan la muerte en los talones. Muerte por guerra, muerte por hambre, muerte por un mar muerto lleno de los restos de quienes buscaron una oportunidad para vivir. En los talones, porque no se despegará de ellos por un largo periodo de tiempo. Mientras huyen. Mientras navegan a la deriva. Mientras saltan vallas aconcertinadas. Mientras son descubiertos en los bajos de un camión. Mientras viven ya en el destino sin documentos legales con la sombra de la deportación en la cabeza.

La solución está en los países de origen. Sí. Por eso es urgente revisar y reestablecer las Políticas Públicas de Cooperación. Digo reestablecer porque se llevaron a mínimos históricos los presupuestos que permiten ejecutarlas. En 2011, el Gobierno de España contaba con 1.911 millones de euros para tal efecto. Tras los recortes realizados por los ejecutivos de Zapatero y Rajoy la dotación de 2015 es de 519 millones, un 70% menos. Menciono también revisar, porque es necesario y urgente un análisis de cómo dedicamos estos rublos. La Declaración de París de 2005 sobre la Eficacia de la Ayuda promueve 5 compromisos básicos para mejorarla.

Se olvidaron de realizar un diagnóstico para conocer exacta o, al menos, aproximadamente, qué recursos se necesitan para reducir drásticamente las desigualdades y alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Eso sí sería promover la eficacia. Enumerar unos objetivos junto a los medios para alcanzarlos. Con un compromiso real.

La solución está en los países de origen. Sí. Pero no sólo en los países de origen. Los "países de acogida" tenemos mucho que decir en estas crisis humanitarias, puesto que nuestras políticas geoestratégicas, medio ambientales y comerciales modulan, acompañan y, en algún caso, promueven estas guerras, hambrunas y la destrucción de las mínimas condiciones que posibilitan vida digna.

¿Se entendería Al-Qaeda sin el apoyo de Occidente a sus líderes para presionar a la U.R.S.S.?, ¿existiría el llamado Estado Islámico de Irak que nos amenaza a nosotros con macabras y cruentas decapitaciones, pero sobre todo, no lo olvidemos, a los que viven bajo su yugo, sin la invasión de Irak o los bombardeos a Siria y Libia?.

¿Existirían las guerras de diamantes y mantendrían su poder los señores de la guerra en África si los países ricos no comerciaran con estos, y con los minerales que necesitan nuestros equipos tecnológicos?, ¿habría hambrunas en África de este calibre si las industrias de los países ricos no hubieran copado la pesca local, acaparado las tierras y promovido los monocultivos para después especular con el precio de alimentos básicos como el trigo?

Son sólo algunos ejemplos de lo que se suele llamar "anticooperación", aquellas políticas y actuaciones que con una mano impiden lo que se promueve con la otra: el desarrollo autónomo de los pueblos. De gentes (industriales, comerciantes o campesinos) que deben procurar bienestar y dignidad a los suyos con su trabajo.

La solución está en los países de origen. Sí. Pero mientras resolvemos lo anterior -reestablecer y revisar políticas de cooperación y anti-cooperación- no podemos mirar para otro lado. Se amontonan en nuestras fronteras personas con la muerte en los talones. Seres humanos que, por encima de su estatus jurídico, son congéneres nuestros, y por eso, sólo por eso, ya merecen nuestra compasión, nuestro amor y nuestra ayuda. Démosla.

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