Las dos orillas

josé Joaquín / león

El centro sin la UCD

EN la política española de los últimos 40 años hay unas características que limitan el margen de sorpresas. Ahora se habla de los partidos emergentes. Pero, en la práctica, supone volver a lo que existía al principio de la Transición: cuatro partidos que aspiraban al poder. Entonces la UCD de Suárez se convirtió en el referente del centro y dejó a la AP de Fraga arrinconada a la derecha. Por el otro lado, el PSOE de Felipe González se erigió en el referente del progresismo, y dejó en una posición secundaria al PCE de Carrillo. Desde el principio de la democracia, la centralidad fue determinante para gobernar.

Esto es importante valorarlo, aunque en este país se desprecie la historia. Si nos fijamos en la izquierda, el PCE había sido el gran bastión de la oposición externa durante el franquismo (mientras el PSOE estuvo perdido) por lo que parecía llamado a un papel preponderante en la España democrática. Carrillo apostó por el eurocomunismo y políticas moderadas, que incluían la aceptación de la monarquía constitucional y la bandera roja y gualda. Cuarenta años después, lo que queda del comunismo está en IU y apunta a la desaparición tras las próximas elecciones. Ese lugar lo ocupará Podemos. Pero se ha visto que Pablo Iglesias tampoco conseguirá superar al PSOE para ser el principal partido de la izquierda.

Por el otro lado, sabemos que la derecha en España ha perdido cuando ha acentuado sus teorías más rancias. La AP de Fraga fue una bendición para el PSOE, después del trabajo que les costó desarticular la UCD de Suárez. El invento del centrismo había sido perfecto, ya que aglutinó a todas las corrientes ideológicas que no eran socialistas. Algo parecido se intentó después, con la refundación del PP, que fusionó AP con lo que quedaba de UCD. El veterano Fraga fue relevado por Aznar, cuando era más joven y algo más moderno, detalle a no olvidar.Y Rajoy llegó a la Moncloa después de perder dos veces con Zapatero.

En la política española se sabe que, para ganar unas elecciones, el PP necesita el apoyo mayoritario de los votantes de centro y que se despiste un 10% de la llamada izquierda volátil. Y, a la inversa, para ganar, el PSOE necesita movilizar el voto útil de la izquierda y captar a los indecisos del centro. Ésa era la batalla normal, hasta que ha entrado Ciudadanos en ese espacio, como un partido con posibilidades. Lo que está por ver el 20-D es si Albert Rivera le entrega la llave de la Moncloa a Rajoy o a Pedro Sánchez. O si aspira a algo más.

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