Editorial

Argentina dice adiós al kirchnerismo

LA República Argentina ha iniciado un nuevo periodo histórico tras 12 años de kirchnerismo, el movimiento político peronista iniciado por el Gobierno de Néstor Kirchner entre 2003 y 2007 y continuado por su viuda, Cristina Fernández de Kirchner, desde 2007 hasta la actualidad. El candidato de centro-derecha, Mauricio Macri, ganó las elecciones presidenciales del pasado domingo al candidato oficialista, Daniel Scioli, y a partir del próximo 10 de diciembre, fecha en la que se ceñirá la banda presidencial, el país sudamericano dará un giro radical que no sólo afectará a su territorio, sino al complicado equilibrio de un continente que actualmente está dividido en dos bandos: el bolivariano y el que se posiciona con el bloque Occidental (Macri ya ha anunciado que pedirá la expulsión de Venezuela de Mercosur por su déficit democrático). El chavismo y sus aliados son desde el domingo sensiblemente más débiles en Latinoamérica.

Aunque hace apenas un mes casi todos los analistas daban por vencedor al candidato oficialista, al final han podido más las esperanzas de reforma y cambio de una clase media profesional, urbana y pujante que no se sentía a gusto ni con el discurso ni con las políticas radicales del kirchnerismo. Además, hoy por hoy, Argentina era un país con graves problemas, como la hiperinflación, la inseguridad ciudadana, la pésima gestión de los recursos públicos y la corrupción y el nepotismo más descarados. Macri ha llegado al poder con un discurso regeneracionista que no promete milagros ni subvenciones, sino liderazgo para que la propia sociedad argentina pueda encontrar el camino de su salvación.

Aunque es cierto que Argentina ha exigido el cambio en estas elecciones, también lo es que la victoria de Mauricio Macri ha sido muy ajustada: apenas el 51,4% frente al 48,6% de Daniel Scioli, lo que nos deja un país dividido claramente en dos bloques. El primer gran reto del presidente será iniciar su programa de reformas políticas, institucionales y, sobre todo, económicas sin desasistir a las bolsas de pobreza que deja el kirchnerismo pese a su retórica populista. También tendrá que afrontar un tema muy concreto y peliagudo: esclarecer el caso de la muerte del fiscal Alberto Nisman, quien investigaba un oscuro pacto entre Irán y Argentina para echar tierra sobre las pesquisas que intentaban esclarecer el brutal atentado contra la mutua judía AMIA en 1994, que dejó 85 muertos.

Sobre todo, Macri tiene por delante la ingente tarea de acabar con ciertas inercias estatistas que llevan décadas impidiendo la plena modernización de Argentina. No se le puede desear más que suerte.

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