¡Oh, Fabio!

Luis / Sánchez-Moliní

Bravo, Savater

PROBABLEMENTE será la única estampa hermosa que dejará esta campaña de supernovas que comenzó anoche: Fernando Savater al frente de la candidatura al Senado de UPyD. Cuando ya todo está perdido, el profesor da un paso al frente con la única armadura de sus camisas de fantasía y nos ofrece una nueva lección de vida que él seguramente aprendió en la lectura de sus adoradas novelas de aventuras y el estudio de los clásicos. Ahora comprendemos eso tan cacareado y nunca asimilado de que no hay ética sin estética.

Savater sabe, como lo supo Jovellanos y Ortega, que la vera-política es una pedagogía y no es la primera vez que usa el púlpito de la vida para enseñarnos algo. Cuando España estaba acobardada frente al terrorismo de ETA y algunos pedían la rendición disfrazada de "diálogo", él paseaba por la Concha como una pancarta semoviente de resistencia civil. En su gesto de ahora se encierra un mensaje cifrado a una nación clavada frente al televisor, deslumbrada ante lo nuevo como un ama de casa del american way of life: la dignidad y la lealtad a uno mismo valen más que cualquier trono o escaño. Son los gestos de la vieja y hermosa política, sin micrófonos inalámbricos y con barriga de bonvivant, con lecturas y habanos, con pocas certezas y mucha humanidad. De escolta, Savater lleva en la lista a Fernando Iwasaki (nuestro perulero mayor del reino) y a Andrés Trapiello, por lo que la papeleta salmón de UPyD parece un anaquel de librería y dan más ganas de leer que de votar.

El autor de Instrucciones para olvidar el Quijote, fundador intelectual de UPyD y uno de sus principales animadores, siempre había rechazado ir en las listas cuando el negocio era razonablemente rentable. Sin embargo, en estos momentos que nadie da una blanca por el partido magenta, marcha al frente de lo que queda de la compañía para darles ánimos en la derrota. Los verdaderos capitanes nunca se ponen de perfil, ni en las novelas de Bruguera ni en la vida real. Sinceramente, no creemos que consiga romper el cerco. Vivimos en una sociedad que tiene muchas razones y virtudes, pero entre ellas no está la de la valentía. Los nuevos políticos, aquellos que representan las lógicas esperanzas de cambio y reforma en una España noqueada, no deberían desechar frívolamente las lecciones de maestros como Savater. Es más, deberían imitar frente al espejo sus ademanes: la crítica permanente, la búsqueda de la felicidad pública, el humor como arma y la huida del nihilismo adolescente al que algunos nos quieren llevar. Como él mismo ha escrito, "la moral es coraje". Bravo, Savater.

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