Cambio de sentido

Carmen Camacho

En la ruina

ATENAS, junio de 2016. Paseo entre las ruinas, por lo que ha quedado de la Acrópolis. Me concentro en no pensar, no analizar, no interpretar: ante tal grandeza, la ignorancia se vuelve enciclopédica, cualquier juicio en torno a lo que ven mis ojos sería errado; ante tal belleza, sólo puedo hacer oficio de mi asombro. Me ayuda a mirar, pacientemente, el helenista Pedro Olalla, y me acompaña en el pasmo, tomado del brazo, el colombiano Héctor Abad, autor de El olvido que seremos, del mucho olvido -añado- que ya somos. Lo que el tiempo, la guerra y el expolio han borrado lo completa la luz, el mármol nuevo del viejo Pentélico y la imaginación.

Entre estas ruinas, por instantes, nos reconozco: en los ajuares, los rasgos físicos de las cariátides, las agujas de coser, en el teatro y hasta en la procesión del peplo, en la que las mocitas canéforas se me antojan de pronto camareras de la Virgen. Me conmuevo al contemplar lo modesto del lugar donde se reunía la asamblea de Atenas, el primer parlamento democrático de la historia. Me rindo ante el misterio del Dios desconocido que adoraban los atenienses, a favor del cual San Pablo habló con palabras preciosas en el Areópago.

Pero en esta ruina también nos desconozco: "Democracia. Ruina griega", define Andrés Neuman en su Barbarismos. Del ayer de Pericles, periclitado, al hoy de Rajoy, archipuntual, ¡cuánto hemos perdido! Qué poco va quedando, apenas unos míseros óbolos, de aquel tesoro de historias, relatos, mitos, filosofía y política. El Siglo de Pericles lo era también de Fidias. La atención a la belleza debiera ser uno de los mayores signos de desarrollo democrático. Quizá parte de nuestra sorpresa ante culturas antiguas resida en que creemos la nuestra superior y culmen. Ante la sospecha de que, en no pocos ámbitos, no le llegamos a Niké a la altura de las sandalias -y menos aún a la de las alas-, la pregunta ya ni siquiera es cuánto hemos perdido, sino cuánto aún somos capaces de perder. ¿Qué ruinas dejamos a quienes vendrán detrás de nosotros? Pasen, por favor, a las siguientes páginas de este su periódico y vayan haciéndose a la idea.

(Aun así, destaco la herencia de aquella gran fortuna: en casa, cada noche, padre toma pan con aceite y un vaso de vino. Qué cosa más sencilla y, sin embargo, cuánta exquisita, refinada y milenaria cultura, de aquella y antaño, de ahora y nuestra, se esconde en la alcuza, la tinaja y la talega del pobre más rico.)

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