La vida vista

Félix Ruiz / Cardador /

Temblores

CAMERON morituri. Europa tiembla, las bolsas y también las vidas. Y el que más y el que menos se santigua o invoca a sus dioses. El Brexit convertido pues en terremoto, previsible, y en demostración de que el sueño europeísta puede acabar convertido en pesadilla. ¿Y quién triunfa? Pues los miedosos, los inadaptados, los que nostalgian el viejo orden, tan siglo XIX y sangriento siglo XX, y piensan que la globalización es un proceso reversible, pobres míos. Los que entienden que solitos mejor. Los que se miran al espejo y se ven distintos, tela de guapos, elite. Los cirriados al cabo, los sentimentales, los populistas y también los utópicos de izquierdas, que de tan animosos que son incluso en esta victoria del conservadurismo ven ellos victoria propia, cuando no. Los europeístas, en su diversidad, tratan por contra de mantener la calma y de ver en esta decisión de Gran Bretaña una oportunidad y un aviso. "Hay que volver al espíritu fundacional", dicen, pero surgen dudas porque los dirigentes de hoy no tienen el espíritu que tenían los de ayer y por la mecánica oxidada de una Europa que nunca supo articularse en lo político, en parte también por las reticencias británicas. Pero europeísta como soy, crítico pero hondamente europeísta, no creo que sea hoy el día de lamentar los errores sino de entender que, a largo plazo, quizá sin Gran Bretaña y su constante escepticismo nos puede ir mejor. Y quizá sean necesarias más salidas, no sólo ésta, para que se pueda construir una UE fuerte, políticamente unida, convencida de que el viejo orden murió y de que caminamos hacia otro mundo en el que lo fragmentario está abocado a sufrir. No hay que tener miedo, porque para hacer una UE potente y que vaya más allá de lo fundamental económico hace falta justo lo contrario: decisión, liderazgo, política y no tantísimos temores y remilgos. Y desde España habrá que contribuir, y ahí sí está el miedo, porque de los cuatro tenores que el domingo se someten al escrutinio ciudadano ninguno está como para tirar del carro por sí solo, pues cada cual tiene su debilidad y ninguno tiene respaldos como para salir del terreno patrio y que alguien los escuche. Pero deberían también entender ellos, al menos los que se dicen europeístas, que la danza macabra de estos meses se acabó y que si sus cabezas han de sacrificarse por dar estabilidad en momento de tal incertidumbre no puede haber excusas. Lo contrario, mirar cada cual por su culo y su ego como hasta ahora, en estas circunstancias no tiene ya perdón.

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