Postales desde el filo

José Asenjo

NO ES NO

DICE Borrell que no quiere un secretario general del PSOE que sea "hombre de paja" de ningún poder territorial. Se refiere a un viejo problema que está en el trasfondo de la crisis actual. Primero fue Almunia quien buscó legitimarse, frente a los dirigentes territoriales, con el voto de las bases. Zapatero, tras ganar por escaso margen un congreso en el que tuvo frente a casi todos los aparatos de las federaciones, ofreció la presidencia a Chaves y pactó de forma implícita paz por territorios. Periodo en el que dirigentes regionales, con la complicidad de la Comisión Ejecutiva Federal (CEF), se quitaron de encima la disidencia interna y convirtieron las direcciones provinciales en poderes vicarios. De Sánchez siempre se ha dicho que, pese a ser el primer secretario general elegido por los militantes, debe su puesto a Susana Díaz. Es pues una grave anomalía orgánica que el secretario general y la CEF hayan dejado de ser el vértice de la estructura piramidal de poder de los socialista. Que Pedro Sánchez se haya rebelado ante tal situación explica en cierto modo el lamentable espectáculo de estos días. Pero, como en los peores divorcios, sólo el encono y la acumulación de agravios y rencores pueden explicar la furia desatada.

Una cosa es pedir su dimisión, por pérdida de apoyos o para evitar males mayores, y otra bien distinta querer echar al secretario general a empujones de Ferraz. Pedro se equivocó al lanzar unilateralmente un calendario congresual que sólo parecía favorecerle a él. También al plantear la falsa disyuntiva interna de o estás conmigo o con Rajoy. Una deslegitimación a la que sus adversarios respondieron de la forma mas airada y chapucera posible; en la mañana del jueves se pasó del drama al esperpento. Ir de los desacuerdos a las deslegitimaciones sólo conduce al precipicio. La cuestión de la investidura ha estado mal planteada desde el principio. Como todo el mundo sabe, hoy por hoy, es de imposible cumplimiento un acuerdo que dice no a Rajoy, no a nuevas elecciones y no a un pacto con los independentistas. No es sólo que los barones no quieran cargar con la mochila de la abstención, como dice Borrell, es que nadie quiere mochilas. También se podría decir que, tras hacer del no a Rajoy su bandera interna, Sánchez quiera imponer su calendario exprés para, con el apoyo de las bases, traspasar la línea roja del Comité Federal al pacto con ERC y la antigua CIU. Sin los que no habría gobierno alternativo posible. Si no, a qué tanta prisa.

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