La tribuna

Ignacio Trillo

El salto a la ronda y Rincón de la Victoria

HACE días, J. M. Atencia, periodista de la SER de Málaga, en la presentación en el Ateneo de Málaga de su libro Cazando grillos, ironizaba con humor, como suele impregnar sus columnas, la realidad política malagueña. Entre otras, reflexionó sobre lo que perdería el discurso de ciertos personajes públicos que se basan en el agravio victimista si no existiera Sevilla.

Como la realidad a veces supera a la ficción, acaba de innovarse, geográficamente hablando, el clamor de que Málaga se siente discriminada. Ya no es por Sevilla, que no tiene montes que la rodeen, sino por Rincón de la Victoria o, aunque no se cite ahora pero se pueda ver más adelante, por Benalmádena.

Lo anterior viene a colación de la polémica surgida por la revisión del PGOU de Málaga. Entre las negativas ambientales de la Junta figura el salto urbanizador a la ronda, pero no en todo el norte a la autovía, sino expresamente en la zona este, entre El Limonar y Cerrado de Calderón. Denegación no novedosa sino con antecedentes, tanto por la declaración previa de impacto ambiental como por el Plan de Ordenación Territorial de la Aglomeración Urbana de Málaga.

La reacción del Consistorio malagueño, sin rubor ni rigor alguno, no se ha hecho esperar. Dicen, los de Sevilla -tradúzcase por la Junta de Andalucía- discriminan a Málaga en relación a Rincón de la Victoria, porque aquí sí se ha permitido el salto inmobiliario a esa misma autovía. Cuánto rigor. Pareciera que en nuestra capital, Pinares de San Antón, el Carlos de Haya o el Palacio de Ferias se encontraran, no al otro lado de la ronda, sino en primera línea de playa.

No se señala que al municipio de Rincón le ha sido denegado por la Junta, hecho no ocurrido con Málaga, la totalidad del nuevo PGOU y ahora se afana simplemente en adaptar su planeamiento a la LOUA. También, cuando los regidores de Málaga se refieren a los edificios que en no tan lejanas fechas se han elevado en Rincón, al norte de la autovía, ocultan que -tras sufrir dilatados procedimientos concursales y judiciales- fueron aprobados en 1979, lejana fecha para hacer responsable a la Junta de Andalucía y a las actuales normas urbanísticas y ambientales. Caso similar es Benalmádena, con esos impactantes inmuebles que vemos cada día realizarse por encima de la autovía y cuyo beneplácito municipal se remonta a 1982.

Lástima que se resalte lo que no debe hacerse ni para engrosar los agravios. No creo que los dos citados casos con la vista puesta al día sean espejos de sostenibilidad. Tampoco de cómo y a qué ritmo se debe crecer. Rincón de la Victoria y Benalmádena han triplicado sus poblaciones en el corto periodo de dos décadas, y eso ha generado pérdidas en calidad de vida para sus urbes como para que no sean referencias a imitar.

De otra, la historia de Málaga no es extraña al fenómeno de inundaciones, con pérdidas materiales cuantiosas y hasta humanas, cada vez que acíclicamente nos visitan lluvias torrenciales. Aunque estemos ahora en largo periodo de sequía, no convendrían olvidarlo. Tampoco de la destructiva de 1989.

Pero no se aprende. La propuesta del PGOU de Málaga plantea, en este salto a la ronda, urbanizar parte de una cuenca hidrográfica, la de los arroyos Toquero y Carnicero, tributario a su vez del de La Caleta. Para nada tiene en cuenta conceptos como el de vulnerabilidad y riesgo, a pesar de que aguas abajo viven cerca de 100.000 personas. El régimen hídrico de los citados arroyos exige que no se ignore la prevención de inundaciones tanto por agua como por lodo y arrastre de materiales.

Además, la expansión de la ciudad en esa parte, para no colapsar más nuestra movilidad, requeriría la obra, tan deseada por el Ayuntamiento, de una nueva hiperronda este, que arrasando con pinares de gran valor hidrológico-forestal, próximos al Parque Natural de los Montes, entre las fincas Las Chirosas y Pastor, ignoraría el papel primordial que desempeña la cubierta vegetal en la prevención de avenidas.

Pareciera, como si la historia hidrológica reciente -ahí están también en el recuerdo más reciente las dos riadas de Rincón de la Victoria- fuera una fábula. En ese lugar de Málaga donde se pretende el salto a la ronda, en 1989, se alcanzaron caudales puntas de 240 m3/s, lo que dio origen al Decreto de la Junta de Andalucía sobre las cuencas del Guadalmedina y del Campanillas, que incluye a todos los arroyos que circundan o atraviesan la ciudad, a fin de evitar su urbanización. No sólo para Málaga, asimismo para los planeamientos de Almogía y Casabermeja. En el PGOU de Málaga de 1998 se contempló. Por ello, no es de recibo que ahora se plantee ocupar esos lechos inundables para que, con la impermeabilización de sus suelos que impediría la infiltración del agua, el desastre pudiera ser aún mayor entre los que habitan bajo el nivel de la ronda.

A la vez, la mutación a urbana de esos quebrados suelos y paisajes obligaría a nuevos sistemas generales e infraestructuras, generando adicionales y colosales impactos ambientales. Véase, como ejemplo, la barbaridad de la actuación urbanística que está en desarrollo al norte de El Limonar, por debajo de la ronda, gracias al Ayuntamiento y a la Confederación Hidrográfica del Sur que gobernaba el PP. Por todo, este salto, más que al norte de la ronda, lo es al precipicio. Se está a tiempo de rectificar.

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