En tránsito

Eduardo Jordá

El castillo encantado

HAY un vocablo inglés de difícil traducción, delusion, que explica mejor que nada la historia de este país desde el segundo mandato de Aznar hasta ahora mismo. Una delusion es una falsa ilusión, una idea delirante, un engaño que uno se gasta a sí mismo. Cuando Don Quijote ve a una aldeana montada en un borrico, pero cree estar viendo a una hermosa dama llamada Dulcinea del Toboso, se está dejando engañar por una falsa ilusión, por una delusion. Esta clase de engaños pueden ser conmovedores, y no hay nada más hermoso que la vana ilusión de Don Quijote al confundir a una fea aldeana con una hermosa mujer, porque en el fondo esa vana ilusión es la que llamamos amor. Pero esos engaños también pueden ser muy perniciosos para un país, sobre todo cuando una gran parte de la población asume de forma entusiasta las ideas delirantes.

Y eso es lo que le ha pasado a España desde los últimos años del Gobierno de Aznar. De un modo u otro, todos hemos vivido en un castillo encantado. Veamos. ¿No fue la movilización por el vertido del Prestige un formidable engaño en el que caímos todos, cuando pensábamos que el culpable no era un petrolero agujereado, sino el PP, el aborrecible, el siniestro, el diabólico PP? ¿Y no fueron las tristes jornadas del 11-M un gigantesco ensayo de delirio colectivo, en el que todos nos dejamos cegar, a pesar del horror y a pesar de los muertos, por un tinglado monstruoso de falsas ilusiones, ya que nos empeñamos en convertir a los muertos de los trenes en víctimas de Bush y de Aznar, o por el contrario en víctimas de ETA, sin pensar y sin reflexionar ni un solo segundo? ¿Y no fue el propio Aznar, en aquel fin de semana fatídico del 11 de marzo de 2004, un espectro delirante que vagaba por su castillo encantado y se aferraba a la vana ilusión de que las cosas eran como él quería, y no como la realidad demostraba que eran? ¿Y no ha sido otro delirio gigantesco la idea de Zapatero de que este país podría vivir a crédito durante años y años, sin tener que pagar jamás los intereses de las cuantiosas deudas que contraía?

Nos guste o no, desde el 11-M todo el país se encerró en un castillo hecho de irrealidad y humo y engaños. Y han tenido que venir desde fuera unos cuantos funcionarios de la Unión Europea a despertarnos de sopetón, diciéndonos que no nos cuadran los balances y que este país es un queso de gruyère lleno de agujeros. Y así, de golpe, nos hemos despertado del ensueño ilusorio en el que nos habíamos instalado, igual que Alicia en el País de las Maravillas (o al otro lado del espejo). Y con horror, con incredulidad, con asombro, nos hemos dado cuenta de que llevábamos seis años corriendo en el aire, como el pobre Coyote persiguiendo al Correcaminos. Y sin paracaídas, por supuesto.

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