EL comité director del PSOE de Andalucía se pronunciará hoy sobre la propuesta de su secretario general, José Antonio Griñán, de que no haya elecciones primarias de los candidatos municipales socialistas en las poblaciones andaluzas de más de 50.000 habitantes. Al decir "se pronunciará" quiero decir "respaldará clamorosamente".

La petición se hará llegar al comité federal, que tiene la última palabra, palabra que me atrevo a anunciar será: hágase, prohíbanse las primarias. Lo siento por el tenaz Ignacio Trillo, que ha organizado en Málaga una plataforma pro primarias y pregonado su precandidatura, y por los que pretendían hacer lo mismo en Cádiz y Almería. No habrá primarias, pues, de modo que los alcaldables serán designados por las respectivas direcciones mediante los habituales procedimientos digitales, ya sean puros o mixtos.

Las primarias, que fueron puestas en práctica por vez primera en Izquierda Unida, las adoptó el Partido Socialista estando en la oposición y en una de sus frecuentes crisis de identidad y búsqueda de fórmulas nuevas. La teoría no puede ser más beneficiosa para el propio partido y para el sistema democrático. Las primarias significan a la vez democratización de la política, participación de la militancia y cuestionamiento del poder de los aparatos orgánicos. Al mismo tiempo, un candidato elegido por las bases adquiere un plus de legitimidad social y atractivo popular.

La práctica ha sido bien distinta. El caso de Josep Borrell, elegido candidato a la Moncloa en unas primarias frente a la nomenclatura que apostaba por Almunia, acabó como el rosario de la aurora, con su dimisión y fuga. El propio Zapatero ha podido sobrevivir pese a la oposición del aparato tradicional porque primero se hizo con el control de la organización y después se nombró candidato a presidente del Gobierno y, sobre todo, porque ganó las elecciones de 2004. En general la experiencia de alcaldables salidos de primarias ha sido un desastre. Estos comicios, en realidad, han venido a aventar las divisiones preexistentes y a propiciar los ajustes de cuentas.

Están condenadas, las primarias, a ser bellas inútiles. Una hermosa manifestación de libertad y democracia que choca con la cultura de partidos dominante en España. Cuando las cosas van bien y se disfruta del poder, a nadie se le ocurre defenderlas como un método mejor que el dedocrático, y cuando van mal, se ha perdido el poder o se corre el peligro cierto de perderlo, se dice que no es momento de perder energía y unidad enfrascándose en unas disputas internas para ver quién es el alcaldable. Como ahora propugna Griñán. De modo que nunca es tiempo adecuado para las primarias.

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