Letra pequeña

Javier Navas

El malo de la película

ESTÁ manidísimo citar a Warhol y lo del derecho universal a 15 minutos de gloria, que es lo que dicen que dura el orgasmo del cerdo. Ahora bien, 16 minutos ya empiezan a fatigar y a partir de ahí los más equilibrados intentan dimitir de famoso. Debe de ser un tormento estar en boca de todos, incluso de personas a las que jamás les ha sido presentado un cepillo de dientes. Los hay a los que les va la marcha, pero aunque no lo parezca son pocos. Si hablamos tanto de ellos es porque de los cuerdos se sabe menos.

TVE va a emitir una serie llamada Operación Malaya que va de eso mismo. Salen los que salen siempre, ora en el telediario, ora en los programas de chismes. Será algo así como una mezcla no demasiado heterogénea, porque ya los dos géneros son casi iguales. Los personajes también están muy vistos, aunque hasta ahora el gran Juan Antonio Roca había conseguido mal que bien mantenerse despegado de la televisión, que no de los periódicos. Lo han llamado "el cerebro en la sombra". Ahora van a enfocarlo. Seguramente querría seguir en la sombra y evitar pasar su futuro a la sombra, pero va a criar fama y sabe que no le conviene.

Los guionistas lo han metido en un tiroteo. Quizá alguno tuvo la ocurrencia de comprar uno de esos pisos que se merendó la excavadora y se desquita hasta donde los hechos reales le dejan. La escena de la balacera ha alarmado a la defensa de Roca, temerosa de que convierta a un ladrón de sobre blanco en John Dillinger. No entiendo la preocupación. En situaciones extremas como ésa es fácil parecer un héroe. Hitchcock nos enseñó que nos ponemos de parte hasta del más canalla cuando se le viene encima un peligro. En cambio, saludando a contratistas con peluco de oro y recogiendo los hatillos que le echan al suelo no sobran oportunidades de desplegar carisma (no digamos si lo ponen contemplando un Miró en la intimidad de su cuarto de baño mientras hace uso). Pero es cierto que una película bien hecha puede crear una opinión favorable o dañina hacia las personas reales que retrate. Con una película mal hecha esa opinión será entusiástica. Roca todavía no engrosa la imaginación popular con la categoría de Pantoja o Julián Muñoz, pero si a él también lo convierten en payaso de la tele, los corrillos opinarán, y opinar es opinar mal. Se arriesga a un juicio paralelo en talleres mecánicos y peluquerías.

A Raphael lo retrataron y salió airoso pese a que no ahorraron detalles que él, razonablemente, querría haber obviado. Sobre la serie de los Príncipes un internauta escribió que parecía propaganda republicana. ¿Qué dirán de la recreación de la historia malaya? No lo sabemos; ni Roca, pero entiende que esta historia tampoco lo absolverá.

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