El adiós a Cayetana de Alba

La caridad por bandera

  • Mecenas de artistas y de intelectuales y benefactora de enfermos e indefensos.

En 1988 Cayetana de Alba donó 360 euros a un indigente de La Coruña que vendió sus pocas pertenencias para operar a su perro. Kike, así se llama el can callejero, resucitó años después la anécdota de la duquesa cuando apareció en una perrera tras haber sido dado por muerto. Este suceso irrelevante retrata a una duquesa que se confesaba ecologista, que miraba a otro lado en las plazas de toros cuando salían los picadores, pero, sobre todo, a una mujer que quiso ser recordada como “una persona normal”. 

Conoció la pobreza de primera mano y comprendió que el mundo necesitaba más caridad que justicia “porque ésta a veces se interpreta malamente”, comentó en una entrevista a Jesús Quintero. Quizás por eso nunca dudó en ponerse el delantal y  acudir en auxilio de los damnificados por las inundaciones del arroyo Tamarguillo en Sevilla, en el transcurso de la conocida como Operación Clavel, una caravana solidaria organizada por el mítico periodista Bobby Deglané.

Grande de España y grande de corazón. “En Gelves fuimos testigos de su auténtica nobleza cuando una sencilla mujer del pueblo se acercó para agradecerle que tuviera casa propia gracias a ella, se besaron y la mujer se quitó del cuello una cadenita de plata con una medalla, la besó y se la dio en la mano y ella se la colgó del cuello”, recuerda el periodista y escritor Nicolás Salas. 

Cayetana de Alba alternó con soltura las más solemnes ceremonias en las Reales Academias con los actos más humildes de cualquier hermandad o peña de barriada. En las convocatorias de la vida cultural andaluza siempre tuvo un lugar en primera fila y sólo en contadas ocasiones, por motivos de salud, faltó a su cita con el Rastrillo de Nuevo Futuro. En la edición de 2009 fue la gran ausente en el puesto de Las Canasteras, que ella regenta. No obstante, estuvo en permanente contacto con sus compañeras, entre ellas la marquesa de Saltillo, y adquirió distintos objetos para colaborar con la labor benéfica de la asociación, de la que era presidenta de honor. 

Un cargo idéntico ocupó en la Asociación de Enfermos de Esclerosis Múltiple a cuyos actos acudió siempre, incluso en silla de ruedas. En Sevilla esta entidad cuenta con un centro de día para enfermos que lleva el nombre de la duquesa. El mismo que también estuvo unido durante muchos años a otras organizaciones como Cruz Roja, donde también fue distinguida con honores.

No obstante, la mayoría de las obras benéficas de Cayetana de Alba transcurrieron lejos de los flashes y las cámaras de televisión. El  prestigioso investigador  Manuel Losada Villasante escribió en 1967  a la duquesa de Alba –también a toreros y empresarios de Sevilla– para pedir el dinero necesario para conseguir que la biología dejara de ser un páramo en la Universidad Hispalense. La Casa de Alba respondió y donó 100.000 pesetas de las de antes que sirvieron para comprar buena parte de los fondos de la actual facultad, donde se ha jubilado el catedrático. 

 

Mecenas de Sevilla y de gran parte de Andalucía. Su compromiso con los artistas fue firme. En las últimas dos décadas apoyó a los acuarelistas de la comunidad autónoma, más de 300 profesionales agrupados en una asociación presidida por la propia Cayetana que no abandonó nunca su afición por la pintura e incluso llegó a exponer algunas de sus acuarelas. 

En 2002, recibió la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio por su “extraordinaria labor para conservar y mejorar los bienes de interés cultural que forman parte de su patrimonio familiar”. De hecho, la duquesa abrió al público sus palacios para ser visitados y los archivos de la Casa de Alba para ser estudiados por los investigadores. “Siempre ha tratado de ayudar en lo que he podido a los artistas, músicos y todo lo que sea artístico, a la vez que he dedicado mi vida y esfuerzos a preservar el patrimonio de mis mayores, siguiendo la labor iniciada por mi padre”, comentó la duquesa durante el acto.

 

Sembró sin esperar nada a cambio, pero también recogió frutos.  Hace unos años recibió un premio de los sastres y modistos andaluces. “El más original que recibí nunca”, dijo. Imprevisible, como ella misma.

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