Pasarela

Mónaco vuelve a sonreír

  • Sasha y Raphäel, los nietos de Carolina, y a partir de ahora los mellizos de Alberto II, Jacques y Gabriella, ayudarán a recuperar la imagen idílica que tenían los Grimaldi antes del fallecimiento de la princesa Gracia

La alegría vuelve al palacio de los Grimaldi, como en sus mejores épocas. La llegada al mundo de Jacques y Gabriella, los hijos del soberano Alberto II, que serán presentados en público el próximo 7 de enero, desempolva de la memoria aquellas imágenes de familia idílica que tuvo durante décadas la familia monegasca, mucho antes de que las locuras de Estefanía y Carolina empezaran a dar quebraderos de cabeza a Rainiero III y Gracia de Mónaco.

El príncipe Alberto tiene muy claro que educará a sus pequeños con los mismos valores que supo trasmitirle a él y a sus hermanas su madre, la princesa Gracia, a la que define como una persona "extraordinariamente generosa, cálida y abierta a los demás", así como una mujer "paciente y tolerante".

Realmente fue la esposa de Rainiero quien comenzó a dibujar la sonrisa en la casa Grimaldi, ya que, hasta su llegada, la vida del príncipe no conocía la felicidad. Su infancia estuvo marcada por el divorcio de sus padres, a los que, según él mismo reconoció, veía sólo una hora al día. El resto del tiempo estuvo al cargo de unas institutrices de marcado carácter, que fueron las que educaron al joven príncipe y a su hermana Antonietta, con la que nunca llegó a congeniar y que incluso llegó a conspirar para apartar a su hermano del trono.

Rainiero era el segundo hijo y el único varón de Carlota, hija ilegítima de Luis II, que terminó reconociéndola para garantizar con su nieto la continuidad dinástica de los Grimaldi. Rainiero, tras su paso por varios internados europeos, llegó al trono con sólo 26 años en plena posguerra de la Segunda Guerra Mundial y tuvo que emplearse a fondo para mejorar la imagen deteriorada del principado, que se había convertido en el hazmereír de Europa, con una economía a punto de la quiebra y con un casino destinado al blanqueo de dinero de los europeos.

Rainiero se empeñó en crear una imagen idílica del Principado y lo consiguió, avalado primero por la ayuda económica de Onassis y luego, con el saber hacer de su esposa, a la que escogió premeditadamente por ser una de las más guapas de Hollywood y tener en posesión un Oscar. Grace Kelly interpretó en Mónaco el mejor papel de su vida y pronto aprendió a desenvolverse como una verdadera princesa. Es más, supo ganarse a la monarquía europea después de que ésta la hubiera ninguneado el día de su boda (ninguna casa real europea acudió porque consideraban que casarse con una actriz no era digno de un soberano). Pero lo que más valoró Rainiero fue su papel de madre ejemplar.

Carolina, Alberto y Estefanía fueron educados por la princesa Gracia, con el cariño que le faltó a Rainiero en su infancia. Ese mismo rol de madre protectora lo ha sabido transmitir luego tanto Carolina como Estefanía con sus respectivos hijos (Andrea, Carlota, Pierre y Alexandra en el caso de Carolina y Luis, Paulina y Camila por parte de Estefanía). Ahora le toca a Alberto ejercer ese mismo rol, un papel que compartirá con los hijos de Carolina, que ya han comenzado a traer hijos al mundo.

Con Sasha, el hijo de Andrea, que el próximo mes de marzo cumplirá dos años, y Raphäel, el pequeño de Carlota, que va a cumplir uno esta semana, está claro que las risas volverán a estar garantizadas en palacio. Tanto el príncipe heredero, Jacques, como su hermana Gabrielle encontrarán en sus tíos segundos a sus mejores compañeros de juego.

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