Divertido, desenfadado y sin pelos en la lengua. Así se mantuvo en todo momento Lorenzo Caprile durante la presentación de su libro De qué hablamos cuando hablamos de estilo, que ya va por la segunda edición y en la que el modista, que por cierto reivindica este uso de la palabra frente a "modisto", enseña sobre moda con sentido común, reivindica el trabajo de los modistas y arroja algunos consejos sobre cómo crear un estilo propio: "si me dicen que me disfracen de una persona para ir a una fiesta de disfraces y todos me reconocen es que esa persona tiene estilo. Todos sabríamos disfrazarnos de Nati Abascal o de Alaska", aseguraba. Como persona sincera, directa y con buena memoria, conquistó a los presentes arrancando más de una carcajada.

La presentación tuvo lugar la tarde del pasado martes en Sevilla, en un ambiente puramente andaluz como es la Fundación Cruzcampo y arropada por un salón de actos en el que no cabía un alma. Así entraba Caprile acompañado de la periodista especializada en moda Clara Guzmán, que atesora una trayectoria impresionante a sus espaldas y ahora ejerce su trabajo y pasión desde su blog, Tela de moda. Ella iba a ser la encargada de sonsacarle al famoso modista todos los entresijos de su creación, que esta vez no está plasmada en tela, sino en papel.

Ya desde la portada el libro deja entrever su elegancia, pues es roja y con una esbelta figura de mujer en blanco. Sobre este motivo, unas grandes letras negras se encargan de destacar la palabra que da sentido a todo su trabajo: estilo. Por supuesto, esta palabra no está escogida al azar, ya que Lorenzo Caprile es uno de esos magos de la moda especializados en ceremonias en cuyas manos cualquier mujer desearía ponerse, recordado por creaciones tan impresionantes como aquel vestido rojo con el que convirtió doña Letizia en la protagonista de la boda de los príncipes de Dinamarca.

Pese a que pudiera parecer lo contrario, Caprile se lamenta de que la Alta Costura, la gran institución de la profesión, sólo la practiquen cinco o seis casas en todo el mundo, porque los demás no tienen los medios suficientes. Además, asegura que trabajar como él quiere trabajar es demasiado caro, pero lo sigue haciendo porque es la razón de su sello personal. También, con aire resignado, se lamenta de que la moda esté muriendo y de que hace unos años que no queda nada por inventar. Volviendo a la prueba del disfraz, el modista aseguraba que "si yo organizo una fiesta de disfraces de los noventa nadie sabía cómo disfrazarse".

Fan reconocidísimo de Chanel y del vintage, defiende la moda como oficio frente a los que creen que es arte. Se define como una persona pragmática, y asegura que por mucho que quiera convencer a una señora de que lo que lleva puesto es arte, la señora sólo lo comprará si realmente se mira al espejo y se gusta. A propósito de ello y entrando en consejos más prácticos, opina que una de las claves para ir bien vestida es tener un espejo doble de cuerpo entero: uno por delante y otro por detrás.

Ningún presente puede negar que la presentación tuvo un corte comprometido y arrojó bastantes consejos prácticos: resulta que las mejores creaciones salen cuando la mujer va sola al estudio y está bajo la influencia de sus familiares, y que debemos mantenernos fieles al escote delantero porque tras la celebración es el que permanece en las fotos. "¿Qué fotografía de tu boda van a poner tus padres y tus suegros? ¿En la que sales de frente o en la que sales de espaldas?". Tan desinhibido estaba que pudo responder incluso a las preguntas más espinosas. De esta manera, aseguraba que nadie nace sabiendo estilo, pero puede educarse con mucho trabajo y disciplina, para lo cual su ejemplo perfecto es Isabel Preysler. Y más aún, reconoció que una persona con elegancia es capaz de derrocharla hasta cuando se pone el chándal para hacer deporte. "No nos estamos dando cuenta, pero una de las grandes revelaciones en la moda de los últimos años han sido las zapatillas de deporte."