Pasarela

Bellas durmientes

  • Nada tiene que ver con la mítica princesa de Disney, en la industria del lujo y la moda se conoce así a las firmas clave que llevan décadas fuera del mercado

No es que la princesa Aurora vista de repente un Elie Saab. En la industria del lujo se conoce como 'bella durmiente' a esas marcas que llevan décadas fuera del mercado a pesar de ser consideradas un auténtico patrimonio en el mundo de la moda y la alta costura. Schiaparelli, Madame Grès, Jacques Fath, Jacques Heim, Jacques Esterel, Ted y Olivier Lapidus, Vionnet, Balenciaga dentro del mundo de las capas  y tocados, Courrèges, Jean Lois Sherrer, Loris Azarro, Paul Poiret y Mariano Fortuny son algunas de las casas de moda que acabaron desapareciendo, de forma completa o en parte, ante la imposibilidad de un creativo capaz de recuperar el imaginario y la esencia de sus creadores. Hoy, cuando la haute couture resulta ser el espectáculo más costoso y menos rentable dentro del universo fashion, ya que únicamente se traduce en reputación y notoriedad para las marcas que la siguen trabajando -la mayoría de ellas con el fin de incrementar sus ventas en sus líneas prêt-à-porter-, resulta verdaderamente complicado apelar a los genios. El mundo de la moda, dirigido por grandes magnates, hace un guiño a los gurús de este arte de una forma más funcional y realista, y eso al final va en detrimento de la propia moda que bebe de la alta costura, su verdadero ADN.

 

La alta costura daba trabajo en los años 30 a más de 35.000 personas en todo el mundo. Una cifra que queda muy lejos de las 5.000 que se dedican hoy a esta artesanía. Sí sigue manteniendo su espíritu en cuanto a que el trabajo sigue siendo manual y en que la riqueza de los materiales es primordial en cada pieza, pero a las grandes casas de moda les está resultando muy difícil entender su verdadera esencia. ¿Por qué? Primero porque la moda se ha convertido en un juego de tronos en el que el cliente ha evolucionado mucho. Las firmas están prácticamente obligadas a mantener el listón en seis desfiles anuales, incluyendo las colecciones cápsula y las presentaciones crucero. Esto impide que los directores creativos trabajen la exclusividad como merece, como en antaño, cuando la moda se entendía como un servicio de lujo para la clientas pudientes y no se tenía en el horizonte a la alfombra roja. Por esta razón acabó abandonado, a finales del 2015, el belga Raf Simons la casa Dior. Él, como John Galliano (aunque éste marchó por cuestiones bien distintas), consiguieron mantener el espíritu de Christian Dior, pero en época de consumismo hasta las musas se acaban estresando.

 

Devolver al mercado a una 'bella durmiente' respetando su historia y su espíritu como el mayor valor que puede ofrecer es casi imposible a día de hoy. Tanto es así que, aun estando ahí la hemeroteca, muchas empresas de moda prefieren aventurarse en una nueva creación. Hoy se puede afirmar que dentro del sector existe una incapacidad para reinterpretar el pasado. El talento que hay dentro de la moda actual es mucho pero no termina de ser capaz de actualizar, modernizar y hacer de nuevo relevante a una firma que marcó un antes y un después en el dulce terreno de la alta costura. Los activos que quedan son pocos y están dispersos en los guardarropas de clientas privadas o en museos. Reconstruir ese ayer tan importante e indagar en todo su potencial da 'pereza' o miedo a los nuevos creadores, a los que resulta  un negocio poco rentable. Sería diferente si los que hoy llevan el timón de la moda entendieran que la alta costura más que un trabajo es un arte, y que el arte se enriquece de su propia herencia. 

 

Algunas de estas piezas se pueden disfrutar en primera persona en el Museo del Automóvil y de la Moda de Málaga, cuya base es la colección privada del coleccionista João Magalhaes. Él, personalmente, se encarga de viajar continuamente a París para comprar directamente con anticuarias las piezas que componen su pequeño gran tesoro. "En Maga Collection, que cualquiera puede visitar en el museo, hemos querido hacer un homenaje  a lo que yo considero la 'crème de la crème'. Era necesario hacer un justo homenaje a las importantes marcas que han formado parte de la consolidación de la alta costura y que desaparecieron por falta de continuadores. Sin ellos, la moda habría sido mucho más pobre y aburrida. No es posible imaginar el mundo sin la irreverencia surrealista de Schiaparelli, la elegancia suprema de Balenciaga o el vestido diosa de Madame Grès. En la exposición Apoteosis hemos hecho una extraordinaria combinación de lo mejor de esas firmas, las actuales y las desaparecidas. La imposible coexistencia hecha realidad", comparte Magalhaes, en cuyo museo actualmente expone piezas  de Courréges, Louis Feraud,  Louis Sherrer, Ted Lapidus, Jacques Heim, Jacques Esterel, Oleg Cassini, además de las tres mencionadas anteriormente, así como de otras  marcas que hoy ocupan una posición  secundaria dentro de la alta costura como Paco Rabanne, Torrente, Jean Patou, Pierre Cardin o Nina Ricci.

 

La unión del arte con la moda es la esencia de estas bellas durmientes, de las que algunas han corrido mejor suerte que otras. Vionnet intentó ser relanzada en 2006 tras cerrar sus puertas en 1939 sin demasiada suerte a pesar de pasar por manos de Matteo Marzotto, propietario durante un tiempo de la casa Valentino. También lo intentó Paul Poiret, tras 80 años cerrada, sin éxito. Sí que lo ha conseguido, en parte, Schiaparelli, que tras seis décadas desaparecida ha renacido, ahora de la mano del francés Bertrand Guyon. Roger Vivier o Balenciaga también encontraron a su particular salvador en las figuras de Pierre Castiglioni, de Diego Della Valle y del grupo francés PPR. 

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