Sólo había un retrato de Franco. Uno, nada más. En los 69.000 metros cuadrados de despachos y estudios de Prado del Rey había sólo una foto del dictador y cualquier otra oficina de la administración, en día festivo, pillaba a unos kilómetros en dirección a Madrid. Se tuvo que practicar una solución rápida: un ujier se encargaría, hábilmente, de ir migrando la efigie de Franco de estancia en estancia mientras el jefe del Estado visitaba las flamantes instalaciones de TVE. Cosas de hace medio siglo. Al final Franco no se percató de la jugada, de ese mismo cuadro que iba andando unos metros por delante de su comitiva. El jefe de la tele era el ministro de Información, Manuel Fraga; el que mandaba en la casa era Jesús Aparicio, avanzadilla del Opus en ese invento que entraba en todas las casas españolas; y el encargado de los programas era un joven político abulense que estaba curtiéndose en las trincheras del franquismo, Adolfo Suárez.

Con Prado del Rey llegaban los tiempos modernos (en lo técnico, pero apenas en lo demás) a la cadena pública, única y sujeta con bridas firmes por el régimen. Las instalaciones que aún siguen siendo la principal sede de RTVE comenzaban a funcionar el 18 de julio de 1964 y Franco contempló el ensayo de unos bailes gallegos (cómo no) que formarían parte del festival nocturno en directo de la cadena, en el programa Gran Parada. La primera grabación en el Estudio 1 de Prado del Rey (donde se produce cada día La mañana de La 1) se produjo el 1 de agosto, con el dramático El fantasma de Canterville, dirigido por Juan Guerrero Zamora. Todo el equipo pasó literalmente hambre: aunque ya se había construido la cafetería de Prado del Rey, a alguien se le olvidó contratar el gas. Así de precipitadas, fiel a la historia de la corporación, nacieron estas instalaciones, donde también tuvieron que improvisarse las escaleras para unir las plantas del primer edificio.

Con la sede en el término de Pozuelo de Alarcón TVE evolucionaba hasta ponerse a altura de sus homólogas europeas, con un centro con ocho platós y un segundo canal que comenzaría a funcionar en enero de 1965. El llamado Plan Nacional de Televisión invirtió en Prado del Rey 350 millones de pesetas de la época, unos 14.000 millones al poder adquisitivo actual, unos 44 millones de euros: una cifra bastante inferior a los 113 millones de déficit tan sólo acumulados por RTVE el pasado año.

Fue una inversión aceptablemente rentable, a la que se fueron sumando más instalaciones como la Casa de la Radio, almacenes y centros administrativos hasta formar un complejo de 30 edificios. Un informe técnico reciente consideraba que un tercio de los inmuebles se hallaban en buen estado. Un documento perteneciente a la operación inmobiliaria de la sede única que planeó en 2008 el entonces presidente de RTVE, Luis Fernández. Prado del Rey se puso en venta por valor de 408 millones de euros y entre Torrespaña y los Estudios Buñuel se pensaba recaudar 725 millones para comprar una sede única, en terrenos militares, que hubiera supuesto una inversión de 582 millones. La devaluación del ladrillo dejó todo en la estacada, mientras el nuevo sistema financiero de RTVE sigue asfixiando a una corporación al límite de la bancarrota y de al menos medio millar de despidos.

Cuando la televisión iba completando el mapa Prado del Rey sonaba a Hollywood. El propio Estudio 1 dio nombre al programa de los dramáticos estelares y de esta época de estreno de grandes platós figuran nombres de la parrilla como Escala Hi-Fi, el concurso La unión hace la fuerza o el Historias para no dormir donde Ibáñez Serrador señaló el camino para hacer entretenimiento de calidad.

La utopía de una RTVE poderosa y prestigiosa alcanzó su mejor momento pocos años después, con Suárez como director general. La competencia con las privadas, en los 90, derrumbó todas aquellas premisas de una televisión pública de calidad, plural y con público.