Toros

Oreja para Pepe Moral, que refrenda un gran momento

La gran revelación de la temporada, el sevillano Pepe Moral, refrendó su muy buen momento, al cortar una oreja de peso de su primero y dar una vuelta al ruedo en el otro, en el tradicional festejo de la festividad de la Virgen de la Paloma en la plaza de Las Ventas. A su extraordinario primero lo toreó como los ángeles, con mucho gusto y despaciosidad. El astado tuvo una clase y un buen son en sus embestidas muy loables, pero lo verdaderamente importante fue la dimensión que ofreció Moral de torero puro y sin concesiones, de un clasicismo y un embrujo en las formas que corroboraron su sobresaliente momento. Dos pendulazos en los medios fueron aperitivo de una gran faena en la que el torero de Los Palacios cuajó a su oponente de forma magistral: citando de largo, con la muleta adelantada y embarcando al toro con suavidad, por abajo y hasta muy atrás, componiendo muy bien la figura, y paladeando cada uno de los muletazos, igual que la vuelta al ruedo con la oreja en la mano.

La faena al quinto tuvo también consistencia por lo bien que fue metiendo Moral al toro en la canasta en los inicios de faena a base de temple y buena colocación, haciendo todo a su favor para acabar extrayendo muletazos de notable expresión. Faena para aficionados ante un astado que acabó respondiendo. Lástima la espada. Lo que pudo ser el refrendo de la Puerta Grande quedó en vuelta al ruedo.

César Jiménez no tuvo el reencuentro soñado con su plaza de Madrid. El torero de Fuenlabrada sorteó en primer lugar un animal que tuvo un buen pitón derecho, al que instrumentó una faena intermitente, en la que brilló sobre todo en dos series al final de su labor. Antes había logrado Jiménez pases a cuentagotas de cierto buen corte, incluso por el izquierdo, lado por donde el animal no tuvo nada de clase, aunque al grueso de su quehacer le faltó limpieza y mejor resolución con la espada. En el cuarto, y tras la gran faena de Moral en el toro anterior, Jiménez estuvo más bien discreto en una labor tan correcta como fría ante un toro que se movió pero sin transmitir nada.

El toro de la confirmación de Cerro tuvo nobleza, aunque mermado por su escasa raza y pocas fuerzas, lo que le hizo ir perdiendo gas poco a poco. El joven pupilo de Ortega Cano, que dejó algún lance a la verónica en el recibo y otras tantas chicuelinas de buen aire, sin embargo, no pudo resolver en la muleta. Tardó en cogerle el aire cuando el astado se desplazaba con más viveza. Únicamente de mitad de faena en adelante, con el animal más quedado, recetó Cerro algún pase aislado de buena factura, mas el conjunto, argumentado en esas pinceladas sueltas, no calentó lo suficiente. En el que cerró plaza, toro que se lo pensaba dos veces antes de tomar el engaño, Cerro resultó cogido en un descuido con la muleta. Pero, lejos de taparse, pudo más su raza y pundonor para mantenerse en el ruedo y tratar así de justificarse en una tarde muy emotiva para él, y que acabó en la enfermería.

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