Toros

Un Faraón con alma sevillana

  • Curro Romero recibió el II Premio Taurino Ayuntamiento de Sevilla de manos del alcalde, Juan Ignacio Zoido, en un Salón Colón abarrotado de público.

El Salón Colón del Ayuntamiento, más abarrotado que la carabela Santa María, con la que el almirante descubrió América, acogió la entrega del Premio Taurino Ayuntamiento de Sevilla, en su segunda edición -el galardón de la anterior estuvo destinado al maestro Pepe Luis-. 

Curro Romero, El Faraón de Camas, en contraste con el movimiento y el bullicio, entró despaciosamente, escuchando los sones del pasodoble Dávila Miura, que interpretó la Banda del Maestro Tejera, quien hizo las delicias con varias piezas a lo largo de la tarde. Silencio y primera ovación para el torero. Así, despaciosamente, llegó Romero hasta el sitio que ocupó junto a su esposa, Carmen Tello. 

Desde allí fue escuchando alabanzas. El delegado de Fiestas Mayores del Ayuntamiento, Gregorio Serrano, además de la correspondiente felicitación, incidió en la renovación del actual gobierno en su "compromiso con la Fiesta de los toros"; en nombre del jurado, Carlos Crivell glosó la figura de Curro Romero, al que calificó, junto a Pepe Luis Vázquez, como "soportes del toreo de Sevilla"; mientras que el alcalde, Juan Ignacio Zoido, llegó a decir que "Curro es una obra de arte que nunca dejó indiferente a nadie" y por eso, con este premio, "Sevilla salda su deuda" con Romero, quien "trasciende el límite del toreo". 

El Faraón recibió emocionado el trofeo -obra escultórica en bronce de May Perea-, rodeado de fotógrafos y cámaras. Con modestia, se le escuchó: "¡Vamos a soltarlo ya!" y lo dejó en manos del alcalde. 

Cuando Curro Romero ocupó el atril, fue embarcando su verbo con sabiduría natural en una faena medida, engarzada de humildad y gracia natural. Se dirigió al público que abarrotaba el salón: "Gracias al alcalde y a toda la Corporación y el jurado por este premio, segunda edición del Ayuntamiento de Sevilla. La primera fue, a título póstumo, para Pepe Luis Vázquez, que ha sido uno de los toreros más grandes de la historia del toreo del mundo y como persona era un señor de punto y aparte. Dios lo tenga en su gloria. Y yo, como segundo espada, este premio significa mucho, puesto que viene de Sevilla, que me parió como torero. Es de las ciudades más bonitas del mundo y bellas...". 

Entonces evocó con nostalgia la plaza de toros, "mi plaza de Sevilla, con permiso de los maestrantes", escuchando una gran ovación. Continuó: "No me olvido de Madrid" y también mencionó otros cosos suyos predilectos, como "Jerez, El Puerto, Málaga y Granada". 

De su toreo, afirmó: "La culpa la tienen mi sentimiento, mi ilusión y los partidarios. Siempre he dicho que el mejor premio era esa afición que me ha esperado. Y yo también he sabido esperar para hacer cosas que yo sentía. Las tardes malas me dolían. Yo parecía un muñeco de feria: ¡Me tiraban tantas cosas! Pero nadie que me ha parado por la calle, me dice: ¡Qué petardo!". Curro llegó a recordar que "en Madrid estuve dos veces en el calabozo; en Badajoz, otra". Y exclamó: "¿Cómo no me voy a acordar de Sevilla?". 

Con respecto a su dilatada trayectoria explicó: "A mí se me hizo corto. Para mí el tiempo se me ha ido veloz". Y rindió homenaje a su esposa, decisiva en su última etapa: "Qué suerte, porque toreaba para ella. En la plaza no me acordaba de nadie. Me acordaba de ti...". Y, como en el ruedo, se midió con la palabra: "Me estoy pasando, porque las cosas chiquitas son muy grandes" y el público le tributó otra sonora ovación. 

Curro bajó del atril, se abotonó la chaqueta como si se liase un capote de paseo y desfiló en solitario con gallardía, con empaque, delante del público, en un paseíllo que fue todo un lujo, como su oratoria.

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