Toros

Entonado mano a mano

  • Los hermanos Javier y Borja Jiménez salen a hombros en Espartinas

El festejo triunfalista de Espartinas escenificó el cierre oficial de la temporada en la provincia de Sevilla. Antes de adentrarnos en el ruedo hay que apuntar el buen ambiente y entrada, con un alto porcentaje de jóvenes. Señal luminosa, como la calurosa tarde, de que esta plaza es recuperable y debe contener programación durante la temporada. Para olvidar, el retraso del comienzo de un espectáculo que siempre ha tenido a gala la puntualidad porque ayer no se hizo efectivo aquello de ¡a las cinco de la tarde! y el festejo comenzó un cuarto de hora más tarde sin justificación alguna, con algunas palmas de tango.

Los hermanos Javier y Borja Jiménez se entregaron con un público muy cariñoso -varios trofeos fueron generosos, típico en plazas de tercera-, que respaldó la entrega de los dos toreros en un espectáculo que tuvo como uno de los puntos interesantes la entrega de Borja ante el segundo novillo, Desertor, de Gerardo Ortega, un burraco nobilísimo, con gran recorrido y al que cuidó en varas y con el que el novillero estuvo variado con la capa, prendió banderillas con facilidad y sacó los muletazos más asentados con la diestra, tras comenzar de rodillas una faena con la virtud de la ligazón, pero con altibajos, que brindó a Castella -en el callejón-. Fue premiado con dos orejas y rabo simbólicos.

El otro punto fuerte de la tarde fue la faena de Javier al quinto toro, Jarrito, del hierro de Murube, muy bueno, con clase y al que se premió con la vuelta al ruedo. El matador derrochó coraje al recibirlo con dos largas cambiadas de rodillas en los tercios. Brindó a su hermano; y a su padre y su hermana, quienes salieron al ruedo. Hubo muletazos, con largura y profundidad y propinó la estocada de la tarde. En el cuarto astado, segundo novillo de la tarde, los dos hermanos rememoraron la suerte al alimón en un quite.

El tono del resto de este festejo mixto bajó bastante en calidad. Javier logró una faena aseada con el que abrió plaza, de Albarreral, noble, de escaso motor y que se frenaba y porfió con el manejable tercero, de Buenavista. A Borja le faltó ceñirse más con el manejable cuarto, de Murube, y no tuvo opciones con el sexto, de Ortega, al que le costaba embestir.

El espectáculo, triunfalista, con gran cantidad de trofeos y hasta un indulto de por medio, no pasó de entretenido.

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