Toros

La sangrienta temporada 2015

  • Jiménez Fortes, en el cuello; Perera y Rivera Ordóñez, 'Paquirri', en el abdomen; o Pablo Aguado, en la pierna izquierda, son algunos de los heridos graves en estos dos meses

Cuando todavía queda mucha tela por cortar, con ferias importantes como San Miguel en Sevilla y El Pilar en Zaragoza hasta llegar a San Lucas en Jaén, la temporada española 2015 se ha emplazado como una de las más dramáticas y sangrientas de los tres últimos lustros, sumando medio centenar de percances, varios de ellos de carácter grave y muy grave; con dos meses nefastos: agosto y septiembre.

Si nos remontamos a agosto, entre las cogidas más duras emerge en la memoria la que sufrió el malagueño Saúl Jiménez Fortes el 16 de agosto en Vitugino, donde un toro le infirió una cornada en el cuello de 15 centímetros, con heridas en lengua y fosa amidgalina y fractura del maxilar superior; llegando el pitón hasta la base del cráneo. No ha podido restablecerse.

Miguel Ángel Perera continúa luchando en el hospital para reponerse de una cogida gravísima que sufrió el pasado 15 de septiembre en Salamanca, cuando un toro le lanzó violentamente al callejón tras inferirle dos horribles cornadas en el abdomen.

Tampoco ha podido a volver a vestirse de luces Francisco Rivera Ordóñez, Paquirri, a quien un astado le propinó una tremenda cornada en el abdomen -dos trayectorias de 40 y 25 centímetros- en Huesca el pasado 10 de agosto. Enrique Ponce, cogido el domingo en Nimes, se suma a las bajas por rotura muscular. Y como el toro no entiende de escalafones también han caído novilleros, entre otros Pablo Aguado, Alejandro Marcos, José Manuel, Mario Alcalde o Alejandro Mora, éste último todavía en el escalafón sin picadores; así como varios subalternos.

El sevillano Pablo Aguado, herido el pasado martes en Cadalso de los Vidrios por una cornada de 15 centímetros en el gemelo de la pierna izquierda es otro torero que ha tenido que dar por finalizada su temporada. Alejandro Marcos sufrió una cornada en el muslo izquierdo en Linares. José Manuel, herido en el triángulo de Scarpa, ayer, en Mula. Mario Alcalde, herido ayer en Riaza, donde recibió una cornada en cada muslo, de 20 y 15 centímetros, respectivamente. Y Alejandro Mora, quien fue cogido de máxima gravedad en Alba de Tormes el pasado 23 de agosto. El sobrino del matador Juan Mora recibió una cornada en la zona anal que le causó importantes destrozos. El pitón alcanzó el hígado, afectándole gravemente la vejiga y le perforó el recto 8 centímetros. Le han dado el alta hace unos días.

De los subalternos, el picador Marcial Rodríguez recibió el 8 de septiembre en Albacete una cornada en el muslo izquierdo de 25 centímetros. El banderillero Agustín Serrano fue herido grave en el abdomen en Salamanca y el también banderillero José María Amores sufrió una cornada de 24 centímetros en el muslo izquierdo en Málaga.

No hay que olvidar que además de los heridos por cornadas, otros toreros continúan en el dique seco por fracturas, como Antonio Ferrera, con rotura del brazo derecho, el 21 de junio en Muro.

El elevado número de percances de esta temporada nos remonta a la de 2009, también muy dura en este tipo de estadística y a 2002 cuando se alcanzó el centenar de heridos.

Con la aportación de datos aportados por los doctores Ramón Vila, Antonio Crespo-Neches, Máximo García Padrós y Enrique Crespo-Neches, podemos dibujar un mapa de cicatrices por las heridas de asta, donde observamos que el mayor porcentaje de cornadas las reciben los toreros en el muslo derecho.

Hasta mediados del siglo XX las cornadas solían tener consecuencias más dramáticas y la tragedia estaba a la orden del día, entre otras cosas porque las infecciones eran determinantes. Hay que tener en cuenta que la cirugía taurina no se había desarrollado y eran muchos los toreros que se tenían que retirar por heridas graves, que en nuestros días se resuelven satisfactoriamente en un periodo de tiempo que calificamos de milagroso. Estos milagros se deben a que el torero no es un paciente cualquiera. Es una persona joven, con una preparación física excepcional y una mentalidad específica para superar las secuelas del percance y al que atienden en un tiempo récord en una enfermería situada en la misma plaza de toros, a escasos metros del ruedo.

Si tenemos en cuenta lo anterior, podemos entender que hoy, aun con un mayor número de espectáculos anuales que los que se celebraban cada temporada hasta mediados del siglo XX, las víctimas en el toreo hayan descendido, afortunadamente, de manera asombrosa. Sin duda, la aportación de la penicilina por Fleming fue decisiva. En un repaso en la historia taurina nos encontramos que desde 1880 más de 700 toreros murieron por cornadas.

Las víctimas más recientes entre los matadores de toros han sido Paquirri, quien falleció a causa de las terrible cornada que sufrió en el muslo derecho en Pozoblanco el 30 de septiembre de 1984 y Yiyo, muerto en el mismo ruedo por una cornada en el corazón, el 30 de septiembre de 1985 en Colmenar Viejo. Entre los banderilleros, recordamos las trágicas muertes de Campeño, cogido en Madrid en 1988 y Montoliú y Soto Vargas en 1992 en Sevilla.

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