Toros

Ureña, suprema calidad al natural

  • El murciano borda el toreo y no gana la Puerta Grande por el fallo con la espada. Rafaelillo, con oficio, y Robleño, dan la cara con una peligrosa corrida de Adolfo.

Los toros de Adolfo Martín fueron saliendo uno a uno con malas ideas para tres toreros con raza -Rafaelillo, Robleño y Ureña- que se fajaron en auténticas batallas hasta que saltó el sexto, Murciano, único astado con entrega, que embistió espléndidamente por el pitón izquierdo. Con el tal Murciano, el lorquino Paco Ureña llegó a estremecer al público con un toreo de suprema calidad. Faena de entrega, abandono, desgarro y sentimiento, en la que el torero llegó a romperse hasta llorar tras un manojo de muletazos con la zurda muy expresivo y una serie al natural de frente y con los pies juntos, en la que con su menuda figura, quieta, impasible y con los riñones metidos, movía con lentitud la muleta, dibujando preciosos y suaves pases al cornilevantado adolfo, que se había dejado pegar en varas y cortado con peligro en banderillas. Ureña, que había sido cogido y lanzado como un guiñapo cuando toreaba con la derecha, no se arredró y también logró una gran tanda por ese pitón, tirando nuevamente la moneda al aire. El público estaba impactado. La faena era de premio, probablemente hubieran solicitado las dos orejas. Pero Ureña, que por cierto actuó con fractura de escafoides y que se había contusionado la muñeca derecha en una voltereta en su primer toro, no acertó con la espada. Tres envites y adiós a la gloria; aunque el torero, en una vuelta al ruedo clamorosa, movía la cabeza y los labios como diciendo "no importa; lo importante es cómo he toreado".

A su anterior toro, cornipaso y peligroso, Ureña lo toreó muy bien a la verónica y, con corazón y arrojo, expuso con la muleta lo indecible hasta sufrir tres cogidas -afortunadamente en ninguna de ellas el toro le infirió cornada-. Destrozado, entró a matar en la suerte suprema y salió tropezado en el primer envite, con el pitón a punto de rajarle el abdomen tras una labor muy meritoria.

Como meritoria, con oficio y capacidad fue la actuación de Rafaelillo ante su lote. El murciano se impuso al imponente Aviador que abrió plaza y que en lugar de hacer el avión le quiso acribillar con sus pitones, como si fueran dos metralletas montadas en una aeronave de guerra. Enorme y meritorio esfuerzo por agradar que fue recompensado con una merecida ovación tras pinchazo y estocada.

Con el cuarto, único toro que se entregó en varas, Rafaelillo rezumó toreo antiguo en el recibo de capa con verónicas genuflexas y una media de espléndida belleza. De nuevo, entrega máxima con la franela y pinchazo y estocada para otra ovación.

Fernando Robleño anduvo voluntarioso. Tanto con el corniabierto Fogonero que salió en segundo lugar y quiso saltar al callejón y que buscó por ambos pitones al diestro madrileño; como con el ofensivo quinto, que embistió bien en los primeros compases para venirse abajo pronto.

Espectáculo muy auténtico con el marchamo del peligro a flor de piel en el ruedo y la emoción en los tendidos y ese sublime final con la suprema calidad al natural de Paco Ureña, quien rozó la gloria en Las Ventas en el cierre de la Feria de Otoño de Madrid.

Ficha de la corrida

Última corrida de la Feria de otoño de Madrid.

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