Bienal de flamenco

Andrés Marín despliega sus emociones en el Lope con 'La pasión según se mire'

  • El bailaor sevillano trae a la Bienal su último espectáculo, ovacionado en su paso por el Festival de Jerez · Concha Vargas, Lole Montoya y José el de la Tomasa son los artistas invitados de la propuesta

En varias ediciones, los espectadores de la Bienal han podido comprobar a través de diferentes espectáculos la modernidad y la valentía con la que concibe su oficio el sevillano Andrés Marín, uno de esos creadores inquietos que abrazan la innovación porque saben que en lo desconocido se halla siempre una verdad más poderosa. Los últimos montajes que se representaron en la cita, El alba del último día, que recreaba el tiempo de los cafés cantantes, y El cielo de tu boca, esa singular apuesta en la que bailaba al son de las campanas, supusieron la confirmación de un intérprete con curiosidad y agallas para ir más allá de lo previsible. Ahora le toca el turno a La pasión según se mire, el quinto espectáculo que presenta Marín en la Bienal, que llega hoy al Lope de Vega (21:00) tras su triunfal paso por el Festival de Jerez, donde se vio en marzo.

Marín asegura que, por su obra, se desborda un magma de energías diversas. "Todo está ahí: todos sentimos la pasión por crear, la pasión por amar...", expresa cuando se le pide que concrete a qué se refiere, exactamente, el título de la propuesta. Le parecía "interesante" no hacer "ninguna dramaturgia" y "no contar la pasión", que la pasión se mostrara en el compromiso de su baile. En el empeño le ayudan, entre otros, Concha Vargas, Lole Montoya y José el de la Tomasa, artistas invitados de este montaje que Marín celebra por su autenticidad. "Son artistas genuinos. Hay que rodearse de gente auténtica en lo que haces", remarca. La creadora Pilar Albarracín, con quien firma la dirección artística, es otra aliada en el proyecto, cuya visión ha servido para despojar el espectáculo de "esas modillas que van saliendo" e "ir a lo esencial".

Para La pasión según se mire, Marín vuelve a explorar sonoridades inusuales en el flamenco. Retoma la marimba y el clarinete, y a su repertorio se suma ahora la tuba. En su diálogo con los cantaores, deja claro que ha sido él quien "se ha adaptado" a sus voces. "Soy un amante del cante. Yo no voy a llamar a una persona para modificarle su estilo", afirma alguien que no cree "en las modas, sino en la materia prima. Si la materia prima es buena, los aliños que le pongas sólo van a estropearla". El sevillano lamenta que "mucha gente del gremio que está bailando" no tenga la misma sensibilidad sobre el papel de los cantaores y la riqueza de las letras y las composiciones. "Se puede bailar sin escuchar el cante, como se enfrenta uno a la gimnasia. Pero pienso que el bailaor debería ser un transmisor del cante. De hecho", revela, "yo habría sido cantaor, pero no nací con facultades para ello".

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