Crítica de Cine

El Cigala 'All-Stars'

El Cigala, en una imagen del filme.

El Cigala, en una imagen del filme.

El 19 de agosto de 2015, Diego El Cigala salía al escenario del Hollywood Bowl a pesar de que apenas horas antes su esposa Amparo había fallecido. Desde ese punto de duelo y deuda hacia su mujer y compañera nacería un proyecto musical, el disco Indestructible (2016), destinado a recuperar, de la mano de algunos de sus protagonistas originales, las esencias de la salsa latina en sus diversas ramificaciones, familias y escuelas, de Cuba a Nueva York, de Puerto Rico a Colombia.

Y desde ese punto parte también este documental viajero que acompaña ese trayecto personal del Cigala y la preparación de un disco y una gira avalados por Sony. Indestructible puede verse así como un proceso de superación del duelo, y también como un producto crossover de lujo para acercar la salsa, o lo que de ella queda en esta infausta era del reggeaton, en esa Latinoamérica hermanada por los ritmos, los soneros, las salas y locales de baile y este flamenco heterodoxo del Rastro madrileño que quedó prendado del son y los boleros tras aquel encuentro con Bebo Valdés en el disco Lágrimas negras.

La cuestión cinematográfica, empero, tiene ya menos que celebrar. Y es que este documental de innegable sesgo promocional apenas se queda en la vistosa superficie viajera de todo lo mucho que pretende abarcar, a saber, una suerte de recorrido histórico por los focos, las ramificaciones, los nombres propios y derivas de la salsa que, con los Fania All-Stars en su epicentro, creó un sonido inconfundible y gozoso desde la exaltación "nocturna, arrabalera y pendenciera" de la vida.

Un Cigala esquivo se nos escapa entre paseos, camerinos, sesiones de grabación, ensayos y conversaciones algo forzadas con sus compadres latinos que un montaje ágil consigue encadenar sin que entremos en profundidades más allá del anclaje de una mitología salsera ya preestablecida. Y es que a un documental musical debe pedírsele siempre algo más: la proximidad (la intimidad, incluso), el ensayo y el error, el proceso (cansino) de trabajo tras cada pieza (apenas asoma algún destello con Óscar D'León), la celebración, en definitiva, de un éxtasis creativo o escénico que aquí nunca termina de llegar.

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