Crítica de cine (SEFF 2017)

Denis y el discurso amoroso

Juliette Binoche, en una imagen del filme de Claire Denis.

Juliette Binoche, en una imagen del filme de Claire Denis.

Con Un sol interior Claire Denis sale de las tinieblas (Les salauds) para abrazar y reconstruir los Fragmentos del discurso amoroso de Barthes en la forma libre, episódica y flexible de una comedia (aparentemente) suave, amable y ligera protagonizada por una Juliette Binoche a la que el cine, por fin, vuelve a recuperar como un cuerpo vivo que transpira, como voz titubeante y rostro de emociones infinitas. La cámara de Agnès Godard lo escruta de cerca, levemente elevada y en escorzo, a veces de perfil, buscando en sus pliegues, en sus ángulos y bajo su maquillaje corrido por las lágrimas esa pequeña sinfonía, una pieza de cámara más bien, desde la que ejecutar cada uno de los movimientos y ritmos de los vaivenes emocionales de una mujer en la cincuentena que pasa de una relación a otra en busca del amor estable y verdadero que, tal vez, le de sentido a su vida más allá de su condición de madre y artista.

Un sol interior se despliega así en una liviana estructura de tema y variaciones, encabalgando encuentros, gestos y palabras (no por conocidas menos precisas) que coquetean con los lugares comunes del discurso romántico para darles una nueva vuelta desde la perspectiva de una mujer en permanente estado de fragilidad sentimental, una mujer ante la que todo hombre, y por aquí desfilan de todos los tipos y pelajes, queda irremediablemente retratado al borde la caricatura.

La Binoche salta de nuevo hacia delante y se deja querer y maltratar por una Claire Denis que sabe llevar sus películas hacia lugares siempre nuevos, como pocos directores son capaces de hacerlo en el cine de hoy. Y si en uno de esos lugares se puede rehabilitar, una vez más, a Gerard Dépardieu, sabio y circunspecto con un péndulo en la mano, es que todo es posible.

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