Crítica 'El último lobo'

Hermano lobo, camarada Mao

El último lobo. Aventuras, Francia/China, 2015, 121 min. Dirección: Jean-Jacques Annaud. Intérpretes: Shaofeng Feng, Shawn Dou. Guión: Jean-Jacques Annaud, John Collee, Alain Godard y Lu Wei. Fotografía: Jean-Marie Dreujou. Música: James Horner.

Jean Jacques Annaud es uno de esos hombres de ciudad -si hay un arte urbano y centralizado en las grandes capitales es el cine- que tiene una nostalgia tal vez rousseauniana de la vida salvaje, primitiva (término mal visto), aventurera o hasta prehistórica. Y que no parece tener muy buen concepto de los resultados de la civilización. Sobre todo de la occidental (véase El nombre de la rosa o El amante). Curiosamente este es un tópico literario que se remonta a lo pastoril y estalla post-rousseaunianamente en el XIX como reacción a la brutalidad industrial (fugas de Stevenson o Gaugin a los mares del Sur) impregnando el cine con relatos semi documentales que tienen tan ilustres precedentes como Nanouk, Tabú o Sombras blancas en los mares del Sur, la película que tanto gustó a Buñuel y a Cernuda.

Tras En busca del fuego, El oso, Las alas del coraje, Siete años en el Tibet, Dos hermanos u Oro negro, Annaud deja homínidos, osos, aventureros aviadores o exploradores, tigres y beduinos para dedicarse a los lobos. Basándose en una historia real, sucedida en Mongolia durante la terrible Revolución Cultural maoísta, narra la historia de un joven chino enviado para educar a los lugareños que se deja fascinar, hasta adoptar uno, por los lobos, criaturas allí tan temidas como reverenciadas. En una película de naturaleza y animales no puede faltar la amenaza de su exterminio. Y exterminar, en la China comunista y muy especialmente durante la Revolución Cultural, era un deporte popular. Da igual que fueran supuestos reaccionarios, lacayos del capitalismo o lobos.

Con estos juncos Annaud trenza una historia en gran medida documental, con unos gramos de amor, ternura, emoción, indignación, defensa y lucha -eso sí, pasando de puntillas por los crímenes maoístas: la producción es china- que hacen su esqueleto dramático. Director limitado aunque voluntarioso, Annaud triunfa cuando los asombrosos paisajes y los lobos se hacen con la pantalla. Y se viene un poco abajo cuando los humanos toman la iniciativa o cuando le da por manchar las imágenes naturales con efectos digitales. Pero como sus seguidores y los nostálgicos de Félix Rodríguez de la Fuente lo que demandan a esta película es paisajes y lobos acercados hasta meterles en o entre ellos y espectacularizados hasta lo asombroso por el 3D, todos tan contentos.

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