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Jim el equilibrista

  • Se edita en DVD 'Los límites del control', el último y más despojado largometraje del cineasta Jim Jarmusch

La renuncia a un proyecto de mayor presupuesto llevó a Jarmusch a viajar a Europa para filmar bosquejos y ensayar formas y fórmulas. Acompañado de un resolutivo experto en apreturas, el director de fotografía Chris Doyle, quien acompañara al Kar-Wai menos autoconsciente en aquellas aventuras exóticas y laberínticas donde la meta era mucho menos importante que el sudor invertido en el camino hacia ella, la pareja se dedicó a viajar tras un actor tan magnético y misterioso como Isaach De Bankolé para filmar una película de encuentros y desencuentros que pretendía hallar una fórmula satisfactoria entre la materia y la forma, entre los angustiosos regalos de la improvisación y los réditos del cine como mecanismo inapelable basado en la fragmentación, la repetición y la variación de las tomas. Los límites del control es, literalmente, la traducción fílmica de su propio título, el resultado de obliterar unas reglas y adaptarse a otras para después enfrentarse al resultado y ver lo que uno ha sido capaz de hacer, lo que se ha ganado y se ha perdido en las elecciones: es el viaje de un cineasta que tiene el privilegio de estar un poco antes justo ahí donde los actores van a pisar después.

Parece que en Los límites del control Jarmusch ha recogido buena parte de su herencia fílmica -y hasta de su memoria sentimental- y la ha adaptado a un entramado radical en el que se da una significativa vuelta de tuerca a su sempiterna pasión por el menos es más. Pues aunque Jarmusch haya sido siempre devoto de cierta economía expresiva (no hacía demasiado el cine de Melville, en tanto formulación estilística deudora de las renuncias bressonianas, habitaba explícitamente su Ghost Dog -otro filme sobre los rituales de un enigmático asesino-), nunca había llegado tan lejos en la búsqueda de sus efectos paramétricos, de ese más allá del significado y la narración que hace de los elementos del encuadre y del tiempo de duración de los planos las fuentes de placeres escópicos y mentales. Hay aquí por supuesto la dosis habitual de conversaciones-digresiones típicas del director de Dead Man, pero la morosidad adherida a dichos encuentros parece haberse esfumado casi completamente, siendo el filme, sobre todo, el efecto de sumar viñetas hasta que -en el colofón que reúne a Bankolé con Bill Murray- todo se desborde y vuelva a recomenzar.

Al hilo de lo que decimos, es evidente que Los límites del control tiene como interlocutor privilegiado al aficionado que aprecia el quiebro a las historias y aún se asombra ante el cine como palimpsesto que recupera y reescribe su memoria. Jarmusch reune aquí a un puñado de actores que más que interpretar se dedican a incorporar, y las ciudades que visita se descomponen anónimamente para dar cabida a los enigmáticos rituales de los que se encuentran como tantos otros lo hicieron en esos filmes de Rivette -su imprescindible OUT 1, "filme de acción sin acción" en palabras de Jarmusch, se encuentra en la base, junto a la refulgencia de A quemarropa de Boorman, de Los límites del control- tan amados por este cineasta cinéfilo. Esta apuesta por encerrarse en el cine hace del filme un hermano putativo de otros recientes como Malditos bastardos o Tetro, en especial con la última huida hacia delante del veterano Coppola, pues aquí también Jarmusch tantea un nuevo encuadre, un nuevo estilo y límite.

Director Jim Jarmusch. Con Isaach De Bankolé, Bill Murray, Tilda Swinton, John Hurt, Gael García Bernal. Universal.

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