Cine

Tiempo de documental

  • Comienza la proyección del ciclo dedicado al realizador granadino José Sánchez Montes, que el sábado recibirá el homenaje del festival en el Gran Teatro Falla

Estudiante de Derecho y Sociología hasta que el audiovisual se cruzó en su camino, a José Sánchez Montes (Granada 1960) le debemos algunos de los más notables exponentes del documental facturado desde Andalucía, una vocación la suya con inequívoco marchamo cultural -es en el ámbito de la creación artística donde suele fijar su mirada- que dedica un mimo especial al universo sonoro.

Fundador junto a varios amigos, en el ya lejano 1984, de la productora Ático 7, Sánchez Montes saltó de la realización de videoclips para grupos locales -repárese: estamos en los agitados años de la eclosión nuevaolera- a una serie de carácter ecológico, Sangre Verde, que aún hoy pasa por ser de las más emitidas, y reemitidas, en Canal Sur TV.

Aquella serie haría posible la realización de otras, como El Legado Andalusí, centrada en la historia de Al-Andalus, y abriría el camino a producciones diversas -incluidos un par de arriesgados programas culturales para la autonómica: Está por ver e Imaginaria- firmadas con nombre propio, en comandita o asumiendo labores menos vistosas (léase: producción).

El arte del encuentro (2001), sobre el difícil entendimiento entre tres pintoras de diferentes nacionalidades; Al otro lado de la memoria (2004), en torno al final del protectorado español en Marruecos; Violines en la selva (2005), centrado en la improbable herencia de la música barroca boliviana; El balcón abierto (2007), empeñado en transmitir la efervescencia de la celebérrima Residencia de Estudiantes en los albores del pasado siglo, y Molino nuevo, una calle más allá del infierno (2008), que repara en el proceso de recuperación urbanística de una calle del barrio de Almanjáyar, son pruebas del camino recorrido por Ático 7, factoría desde la que nuestro protagonista pone también en pie una lista de películas con otro acento, si se me permite, más personal.

Sin embargo, antes de señalar éstas, quizás convenga reseñar un proyecto tan singular como FGL: de Granada a la luna (1998), aventura multimedia que casó poesía, videocreación y música en torno a la obra de Federico García Lorca en el centenario de su nacimiento, y que, desde el último flanco, implicó a personajes como Neneh Cherry, Santiago Auserón, John Cale, Robert Wyatt y Enrique Morente, entre otros.

Aquel CD-Rom (¿recuerda?) ya perfiló las dos vertientes del Sánchez Montes realizador, una volcada hacia el documental riguroso sobre el sujeto artista o el objeto artístico; la otra, con inclinación a convertirse en pieza de arte en sí misma. Testigo de la segunda es Morente sueña la Alhambra (2005), cuyo corpus teórico nace, precisamente, de FGL: de Granada a la luna.

Con la intención confesa de "contar la Alhambra a golpe de poemas", Sánchez Montes articuló una estructura, ya a priori, atractiva: el cantaor Enrique Morente cantaba a diferentes poetas (María Zambrano, San Juan de la Cruz, Luis Cernuda, Cervantes, Federico García Lorca, José Bergamín…) en compañía de diversos músicos y bailarines (Pat Metheny, Ute Lemper, Khaled, Blanca Li, Israel Galván…).

En principio todo giraba en torno a "una selección de espacios de la Alhambra y de los poemas que me gustaban para cada uno de ellos", destinada a inducir la reflexión, según la idea original, "sobre el paso del tiempo en un monumento y en una persona, de cómo en un caso pasa con facilidad y en el otro es casi imperceptible". El tiempo, sin embargo, acabó dando mayor protagonismo a Morente y a sus invitados que al imponente escenario.

Por otro lado, el estricto documentalista firma al menos dos títulos (¿los más señalados?) con el oído bien afinado y el ánimo detectivesco aún mejor afilado. Bola de nieve, el hombre triste que cantaba alegre (2003) indagaba de manera emotiva en la sin par figura del músico cubano; Tiempo de leyenda (2009) escarbaba por su parte en la no menos singular gestación de uno de los discos clave de la música popular española del siglo XX, La leyenda del tiempo de Camarón.

Con producción ejecutiva de Gervasio Iglesias (Underground, La ciudad del arco iris) y coproducido junto a TVE para ese Canal Cultura que a la larga también se quedó en nada, Tiempo de leyenda pretendía, y lograba, "desentrañar las claves del proceso" creativo. "Más que centrarnos en la figura de Camarón, lo que pretendemos es situar al espectador justo en el momento en que todo aquello sucede", contaba en su día Sánchez Montes. Luego seguía argumentando que el apartado que más le interesaba era el "estrictamente musical, que es un tema que me gusta explorar. Ya lo hicimos en Bola de nieve, donde se explicaban algunos pequeños secretos muy primarios, pero que el público podía entender bien: ¿qué hace que un músico o una música te llegue más que otro?".

De que sus documentales llegan dan fe los numerosos galardones recibidos durante estos últimos años. Y de tres para acá, también los ve desde el otro lado de la barrera: director del Festival Cines del Sur de Granada, dedicado a las cinematografías periféricas, hay quien ya lo considera artífice de uno de los certámenes más rigurosos de cuantos se celebran en nuestro país. No son pocos. No es poco.

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