Crítica 'Lo que hacemos en las sombras'

Qué dura es la no vida del vampiro

lo que hacemos en las sombras. Comedia de terror, EEUU, 2014, 86 min. Dirección y guión: Taika Cohen (AKA Taika Waititi), Jemaine Clement. Intérpretes: Jemaine Clement, Taika Cohen (AKA Taika Waititi), Jonathan Brugh, Cori Gonzales-Macuer, Stu Rutherford, Ben Fransham, Rhys Darby, Jackie van Beek, Elena Stejko, Jason Hoyte, Chelsie Preston Crayford, Karen O'Leary, Mike Minogue.

El neozelandés Taika Waititi -que suele firmar como Taika Cohen usando su segundo apellido, porque es hijo de un maorí y una judía- logró saltar a los circuitos cinéfilos internacionales gracias a la nominación al Oscar de su cortometraje Two Cars, One Night, que le valió la distribución de su primer largometraje, la comedia romántica y friki Eagle vs. Shark, y gracias a los premios obtenidos en el Festival Sundance y el de Berlín con su segundo largometraje, Boy, igualmente original y extravagante en su extremo planteamiento de tragedia grotesca. Tras ello el falso documental (mockumentary llaman como una novedad a lo que inventó Fellini en 1971 y 1972 con Roma o Los Clowns y Allen con Zelig en 1983) Lo que hacemos en las sombras, al triunfar en otra edición del Sundance y ser premiado en varios festivales, le ha catapultado, junto a su cómplice como codirector, coguionista e intérprete Jemaine Clement, a la distribución internacional como los últimos talentos de la comedia transgresora y loca.

Talento no les falta, desde luego. He aquí a un amable vampiro que hace de guía por su vida (mejor no vida) diaria y la de los amigos con los que comparte piso y noches. No por ser vampiros se libran de las tensiones propias de la convivencia: el reparto de las tareas domésticas, el listo que se alivia a costa de los otros (¡cinco años sin ocuparse del lavado de la vajilla!), la suciedad de la casa que llena de vergüenza a uno de ellos cuando lleva a un invitado ("¿y qué más te da si los traes para matarlos?", le dice otro) o la carga del caprichoso y malhumorado abuelo Nosferatu con sus ocho mil años a cuestas. Además del abuelo los ocupantes del piso son un vampiro medieval bastante bruto que echa de menos las torturas y los siervos, un aristocrático dandi del siglo XVIII que no tolera que los otros manchen de sangre sus preciosos muebles antiguos cuando acaban con sus víctimas y un rebelde vampiro del XIX que tiene un turbio pasado como vampiro nazi encuadrado en un ejército secreto organizado por Hitler. Se les añade un novato patoso que aporta un amigo humano que acaba siéndolo de todos. Este surreal sexteto es seguido y entrevistado por las cámaras de las que en todo momento son conscientes (alguno hasta intenta zamparse al operador), no solo en su rutina casera, también en sus excursiones nocturnas en busca de víctimas.

Brutal en ocasiones, gansa no pocas veces e inteligente y muy divertida siempre, es la comedia sobre vampiros más original desde El baile de los vampiros de Polanski. Por eso se permite hasta un raro punto de emoción con la historia del vampiro que acude al asilo para contemplar con pena la decrepitud de la mujer que amó cuando ella era joven. Además de escribirla y dirigirla, Waititi/Cohen y Clement interpretan dos de los papeles principales. El vampiro sensible creado por Waititi/Cohen es el mejor hallazgo de una película llena de ellos.

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